Paridos desde el corazón, acunados con el alma, sufridos y glorificados a viva voz, fútbol y tango son pasiones encontradas, y en el más benévolo de los sentidos. Lo suyo fueron las masas, esas que le entregaron la partitura de su día a día, el humor de turno y hasta la última nota de emoción. Y aunque no fue sino hasta en los años ’40 que ambos alcanzaron las mieles de la consagración, por la misma senda ya andaban los dos cuando la gesta de su fenomenal condición asomaba tímidamente; más no sin el prometedor tesón que habría de forjar su destino.
Pum para arriba
Que si de verde césped hablamos, éste conoció el profesionalismo de la redonda en 1931. ¿Lo recuerda? Comenzaba entonces la era del fútbol rentado, y con la solemnidad del caso, puesto que la mayoría de las entidades deportivas se hallaban reunidas bajo el ala de un organismo superior: la Liga Argentina de Football. Claro que el toque y la gambeta, almas de la orquesta futbolera, no eran entonces amas y señoras de la escena musical argentina… Durante los primeros años del siglo XX el tango alcanzó un impulso digno de aplausos, pues los creativos de entonces habrían de sentar las bases de un tango de paladar negro. Desde Ángel Villoldo y Julio de Caro hasta Pedro Laurenz y Vicente Greco, los talentosos compositores de la época hallarían la horma de sus botines en cantores a la altura de la circunstancia: Carlos Gardel, Agustín Magaldi, Ignacio Corsini, Tita Merello, Ada Falcón y la lista sigue. ¡Qué decir de la poesía! De Celedonio Flores, Pascual Contursi, el gran Discepolín… Sí, señores, el once titular se complicaba, y cómo.
Nacional y popular
Así la historia, hombres y mujeres de selección recogieron el guante del amateurismo tanguero, e hicieron de su inicial sordidez una sana costumbre, un hábito de asidua presencia en sitios ya no tan “descarados” sino algo más “decentes”, como los cafés de la avenida Corrientes y más de un cabaret de lujo. Y mientras el tango se “saneaba” de su prostibulario y marginal origen, el fútbol caminaba hacia la misma popular concepción, aunque desde un punto de partida inverso. ¿Se le olvida, acaso, que el fútbol había surgido en los más distinguidos círculos ingleses y en colegios de elite? El multitudinario y corriente fútbol, el de los trapos y el tablón, acusaba cuna de oro; más no por ello habría de desviarse de su inevitable camino.
Pasión por duplicado
Hacia la conquista de las masas marchaba el fútbol, al trotecito y sin levantar césped; mientras el tango silbaba bajito rumbo a su encuentro. ¿El resultado? Equipos varios y consagrados jugadores comenzaron a colarse en el repertorio de los años ’10. Y la historia no se detendría. La estética de los años ’30, aquella en la que el virtuosismo y la habilidad estaban a la orden del día, marcó un antes y un después en el estilo nacional; más no fue asunto exclusivo del fútbol. El arribo a los clubes de barrio sentenció la “limpieza” definitiva del tango, al tiempo que le abría las puertas a nuevos escenarios: grabaciones doquier, radios, bailes, giras… Auténticos cracks del 2×4 engrandecían a la música porteña por excelencia, y rendían, a su vez, grato homenaje a su pasión complementaria. ¡Si lo habrá sabido “La fiera” Bernabé! : “En el football nacional / se destaca un jugador / de lo más fenomenal / por ser un gran goleador. / No hay quien pueda resistir / su formidable tapón, / a muchos logró batir / Bernabé con su cañón.”
Un solo corazón
Cierto es que no sólo de apellidos iban los tributos. Tangos y milongas también le pusieron alma y música a protagonistas anónimos, sin más propósito que cantarle al fútbol y su más terrenal cotidianeidad. ¿De aquello no había ido el tango históricamente? ¿O acaso era posible, a esas alturas, separar al fútbol de la identidad nacional? “Vos fuiste amiga de los pibes pobres, / que nunca tuvieron anda mejor; / pelota de trapo que no vale un cobre, / que cosió mi madre con pena y amor.” Y si este “destino de trapo” le pianta un lagrimón; el “Potrero” causa sensación: “Potrero poblado por varios muchachos, /pelota que espera su jubilación; / dos arcos formados con ropas y tachos / y un pito que sopla el más grandulón”.
¿Y usted? ¿Qué diría de esta pasión hecha canción? Habida cuenta de lo dicho, la pregunta se torna difusa. ¿Hablamos del tango que saca lustre al verde césped?, ¿o del fútbol encerrado en cada acorde de bandoneón? Fútbol y tango, dos caras de la misma pasión. Esa que, con altas dosis de penas y alegrías, llevamos estampada en el corazón.