La historia comienza en Nueva York en 1832, de la mano de John Matthews, sagaz inventor de un aparato capaz de mezclar agua con gas de dióxido de carbono. Su mezcla, destinada al sabor, no estaría destinada a los almacenes; sino a las farmacias. Sí, la gaseosa se vendía en aquel entonces como remedio para diversos males.
El sabor y el color
Fue recién en 1886, cuando en la ciudad de Atlanta, el farmacéutico John S. Pemberton experimenta un nuevo sabor con hierbas, especias y hojas de coca. El resultado: una bebida alcohólica que contenía vino y al que bautizó French Wine Cola. Con fines medicinales, ya que funcionaba como estimulante, antioxidante, digestivo y afrodisíaco, no tardaron en llamarlo “el elixir médico”. Pero no todo fueron flores; no tardaría en aparecer la competencia. En 1898, un farmacéutico de Carolina del Norte llamado Caleb Bradham, busca un tónico para el dolor de cabeza al que le agregaría pepsina (enzima que facilita la digestión). En 1903 registró la marca de esta bebida bajo el nombre de Pepsi.
De esta medicinal y competitiva forma nacía entonces una nueva industria que con el correr de los años fue ampliando sus horizontes. En San Louis, Estados Unidos, se crea una fórmula con sabor a lima-limón lanzada en el año 1929. La reconocida 7 up. Pronto surgiría el “contraataque”: Coca-Cola & Company introduce la marca Sprite en 1961.
Resistencia nacional
Coca-Cola desembarca en nuestro país en el año 1942. Y, desde entonces, una variedad de sabores se instala en las góndolas locales. ¿Pero qué resistencia ofrecen las gaseosas nacionales? La Cunnington Cola se presenta -según sus consumidores- como una de las más parecidas a la originaria coca-cola. Por lo que su principal arma de difusión es el “boca a boca” de quienes la eligen. Pero el listado sigue. Poco a poco proliferaron marcas tales como La Bichy (inicialmente llamada Beach Cola), Goliat, Tai, Doble Cola, y Pritty. Además de la bonaerense Manaos y la Córdoba, quienes “pican en punta”a la hora de acompañar las comidas de los argentinos.
Así, con sus versiones de cola, lima-limón y sabores frutales, las gaseosas nacionales comienzan a ganar terreno en las mesas argentinas. Modesta lucha de la industria local. ¡Sólo hay que probar!