Nacida en 1952, asomó al mundo automotor desde el mismo seno en que lo hicieron el recordadísimo avión Pulqui y el no menos célebre auto Justicialista. Claro que tamaño lanzamiento no la encontró en solitario. Hermana del viejo y querido Rastrojero, la Gauchita rural fue de una de las tantas joyitas de lAME (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado), aunque con menos proyección que su conaftero. ¿Más rápida que un autobomba? No precisamente… Lo de la Gauchita rural fue una existencia fugaz, pero no por ello menos rimbombante. Aquí, la gesta de una desaparecida en acción.
Gaucha por accidente
Con la velocidad de una flecha, la Gauchita rural desfiló su peculiar carrocería por el escueto inventario de industria automotriz nacional. Sin embargo, el disparo fue certero; pues apenas unos meses de existencia fueron suficientes para mantener su recuerdo en marcha. Y eso que la historia arrancó torcida eh… Pues, a decir verdad, ni la Gauchita ni el mentado Rastrojero estaban en los planes de Perón, para entonces presidente de la República. El ojo estaba puesto en el Agro, y con la auspiciosa intención de mecanizarlo fue que el Instituto Argentino para la Promoción de Intercambio (IAPI) decidió importar de los Estados Unidos, allá por el año 1950, nada menos que 2500 tractores Empire. Sí, material residual de la Segunda Guerra Mundial; por lo que los tractores estaban diseñados no para efectuar tareas agrícolas; sino para acarrear armamento. ¿Entonces? Accidente va, trastorno viene, el gobierno puso fin a tal inutilidad y retiró los tractores de circulación. ¿Qué si no eran buenos para nada? Genio mediante, resultaron siendo buenos para algo.
A toda máquina
Y quien frotó la lámpara fue don Raúl Salvador Gómez, un ingeniero aeronáutico chaqueño que hizo posible lo impensado; pues una colección de tractores en desuso y 87 días le fueron suficientes para diseñar un trío de aquellos: un camión liviano, el Rastrojero y nuestra Gauchita protagonista. ¿Qué cómo lo hizo posible? Raúl y su equipo dieron nueva vida a las piezas centrales de los Empire: el embrague, la caja de cambios, la columna de dirección y, por supuesto, el motor naftero, entre otras piezas. En definitiva, la base estaba. Y el diseño de los vehículos puesto a tal servicio también; así como el apuro… Es que a don Juan Domingo se le ocurrió que la presentación fuera el Día del Trabajador del corriente 1952. De allí que Gómez y compañía (tan solo cinco ingenieros más) comenzaran una carrera de alto vértigo… Ruedas abajo, sí; aunque taller adentro. ¡Con decirle que apenas dormían unas cuatro horas al día en el mismo taller! Pero el esfuerzo valió el resultado. El pedido del General Perón fue orden y deseo cumplido, por lo que aquel 1 de Mayo la flamante Gauchita salió al ruedo con todo su esplendor.
Claro que, como dicen por ahí, lo bueno si breve, dos veces bueno. ¿Acaso la exigua existencia de la Gauchita rural sea una ironía de este dicho? Mientras el Rastrojero corrió mejor suerte, alcanzando una producción en serie, la Gauchita no volvió a ser producida. Tres años más tarde, en 1955, se intentó reflotar su diseño con motor diesel. Y si bien nuevos prototipos fueron solicitados a diferentes fábricas, el proyecto quedó anulado con el Golpe de Estado. ¿Qué cuales fueron entonces los méritos de la Gauchita para trascender a pesar de tan escueto existir? Cuando menos, se trató de uno de los primeros vehículos del mundo producidos a extramuros de Europs y Estados Unidos. Pero, por sobre todas las cosas, ha sido acaso un exponente más de las lapidadas oportunidades de la industria nacional al que la historia y sus circunstancias han dado ingrato destino. Bien vale, al menos, procurar un recuerdo acorde a su trunca esperanza.