Gerardo Sofovich, con las botas puestas

FOTOTECA

A los 77 años, y tras un largo derrotero de éxitos, Gerardo Sofovich dijo adiós en su ley: con total vigencia en su vieja y amiga pantalla.

Dicen que hay talentos que se maman desde la cuna, y vaya si de eso ha sabido Gerardo Sofovich. Productor, director, guionista, conductor y empresario del espectáculo nacional que asomó al mundo un 18 de marzo de 1937. Así como lo oye amigo, completito, completito resultó ser el ruso. Y no era para menos: hijo de Manuel Sofovich, periodista y autor de más de 50 obras de teatro, su destino parecía incuestionable. ¡Y pensar que el muy testarudo soñaba con ser arquitecto! Hasta que un revés de la vida lo haría cambiar de vereda: la muerte de su padre hizo que postergara el desenlace de su carrera. Y cuando quiso acordarse de reanudarla, la televisión ya había llegado a su vida. Aunque, esta vez, en primera persona.

Maestro de maestros

Las andanzas empezaron junto a su hermano Hugo, con quien escribió los guiones de dos ciclos protagonizados por el inolvidable Carlitos Balá, allá por 1963: Balamicina y Balabasadas. ¿Con qué otro nombre habrían de bautizarse sino? Aunque el dúo dinámico finalmente sacaría pecho para dar vida a su propia obra: cuatro años más tarde, Operación ja ja llegaba a la pantalla chica para hacer estragos en materia de rating y genio. ¿De qué iba esta sin igual creación? Nada menos que de una serie de sketchs en la que más de un gigante del humor argentino halló su trampolín a la fama. ¿Acaso no le suenan, estimado paisano, un tal Alberto Olmedo y otro fulano llamado Jorge Porcel? Javier Portales y Adolfo García Grau también fueron de la partida. ¡Y atenti a esta seguidilla de nombres que se viene aquí!: Fidel Pintos, Vicente La Russa, Mario Sánchez; Rolo Puente y Mario Sapag. ¿Más? Claro que sí… Nos sacamos el sombrero ante Juan Carlos Altavista y el Mingo, adorable criatura televisiva por la que el mismísimo Juan Carlos comenzó a ser llamado por el simple y querido apodo de “Minguito”.

Mi amigo el Mingo

Mingo Tinguitela fue una creación del guionista Juan Carlos Chiappe que logró meterse en el corazón de todos los argentinos. Encarnado en el cuerpo de Altavista, estereotipaba al clásico bonachón porteño, aquel que saltaba de fracaso en fracaso y de ilusión en ilusión. Y así, con todas sus brutezas a cuestas, acudía al bar de la polémica. Allí donde se presentaba como periodista del periódico “la voz del Rioba” y se disponía a compartir mesa, trago y discusión con los habitué del lugar. Gigantes del humor que no dejaban títere con cabeza: mujeres, fútbol y política estaban a la orden del día. Y, por cierto, en el más literal de los sentidos. Impregnada de actualidad, la pluma de los Sofovich cocinaba como pan caliente los diálogos de Polémica en el Bar, sketch que creció al punto tal de convertirse en un programa independiente.

Popurrí

Similar suerte supieron correr otros pródigos sketchs de Operación ja ja. El señor raiting, aquel que rompía con todos los, así lo sentenció. Fidel Pintos fue el primero en destinar el sillón de su peluquería a invitados especiales. Por lo que, tras su muerte, La Peluquería de Don Mateo y sus sucesivas versiones rindieron homenaje a aquellos desopilantes encuentros en formato propio. Desde entonces, una colección de éxitos televisivos se sucedería en la vida de Gerardo. No sólo detrás de cámara o de un puñado de hojas en blanco; sino que la lucecita roja también se encendería ante sus pupilas. Y fue en La noche del domingo donde Sofovich estampó, en primera persona, su implacable sello. Pulseadas, campeonatos de balero y el ya mítico yenga componían la parte lúdica del ciclo. ¡Ni hablar del corte de manzanas! Conseguir que las dos mitades pesaran lo mismo resultó, para muchos, misión imposible. Aunque para El padrino, como muchos llegaron a apodarlo, no había nada inalcanzable. Y así fue como un buen día se subió a las tablas. Y hasta el cartelito de “localidades agotadas” se hizo habitué de sus obras. Aquellas que él mismo supervisara en maratónicos derroteros nocturnos. ¡Si hasta llegó a tener cuatro obras en simultáneo sobre la calle Corrientes! El Champagne las pone mimosas, Soltero y con dos viudas, Más que Diferente y Operación ja ja recargada lo hicieron posible, allá por el año 2006.

A lo grande

Si había un nuevo terreno por explorar, allí iban los hermanitos Sofovich. Siempre dispuestos a hacer de las suyas. Y el cine no sería la excepción. Nacional y popular, como quien dice. Porque si algo si no le faltaba a esta dupla era olfato goleador. Y la delantera que probara en 1973 fue un golazo al corazón de la hinchada nacional. ¡Sí señores! Los caballeros de la cama redonda fue el filme en que debutara la dupla más goleadora cine argentino: Alberto Olmedo y Jorge Porcel, quienes empezaban a escribir su historia, juntos, en la pantalla grande. ¡Y menudo equipo los acompañó! Moria Casán, Tristán, Chico Novarro, Marcos Zucker, Mimí Pons, Javier Portales y María Rosa Fugazot completaron el elenco que saltó a la cancha. Todo un campeón en las boleterías. Aunque aún restaban más vueltas olímpicas para este gran DT: ese mismo año estrena Los doctores las prefieren desnudas, con el infalible dúo Olmedo y Porcel. Y ese sería sólo el comienzo de un gran camino en la industria cinematográfica. ¿Su última obra? Me sobra un marido, en 1987, con la diva Susana Giménez a la cabeza. Porque, si algo no hacía Gerardo, era andarse con chiquitas.

Lo suyo era a lo grande. Sin prisa, pero sin pausa. Dedicando una vida entera a su pasión por el espectáculo. Ese en el que ha cosechado tantos éxitos como su perseverancia y talento supieron germinar. Por eso, Gerardo Sofovich muere en su ley. Dicho en criollo, con las botas puestas y en plena acción. A los 77 años, la televisión aún lo encontraba detrás de su encendido. Aunque el domingo 8 de marzo de 2015, una hemorragia digestiva apagó las luces de la función de su vida. Claro que el público sigue aplaudiendo. Ya no alguna obra de su autoría, sino el legado artístico de tamaña genialidad. Porque el que sabe, sabe. Y en materia de humor, el ruso sí que fue todo un capo.

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