Un mostrador con una reja, un almacén con una selección de productos artesanales, un despacho de bebida que hace picadas, y un gran patio con cancha de taba y aljibe. Podría ser una escena del 1830, pero se trata de la Pulpería Quilapán, ubicada en una casona antigua de 400 m2 con patio y aljibe de 250 m2, en el corazón del casco histórico de San Telmo.
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Comer en un entorno hogareño no sólo implica saborear los platos sino vivir una experiencia diferente. Para los que trabajan en el microcentro, es la oportunidad de almorzar y hacer un corte en la rutina. “Parece que los parroquianos que vuelven a la pulpería no solamente porque les encantó la comida, sino también para revivir una experiencia. No es sólo la casa es antigua, sino que todos los objetos, desde la mesa al tenedor, pasando por todas las herramientas campestres, cuadros y carteles que se ven colgados, son parte integrante de la cultura popular argentina”, comentó Gregoire Fabre dueño de Pulpería Quilapán.