El descubrimiento se realizó en el aljibe de una vieja casona que pronto se convertirá en una pulpería típica. Los investigadores estiman que la construcción, al igual que algunos de los objetos, tendría más de 200 años.
El trabajo se inició “con la inquietud de sus propietarios –cosa poco común–, que llamaron a un grupo de arqueólogos quienes, dirigidos por Hernández de Lara, comenzaron la investigación consultando la planimetría antigua y los antecedentes arqueológicos de la zona, que no son pocos. Eso llevó a la consulta del Catastro de Buenos Aires realizado por el ingeniero Pedro Beare hacia mediados del siglo XIX, lo que permitió confirmar que la casa se mantenía con la misma disposición de antaño, aunque se habían hecho algunas modificaciones”, sostuvo el arqueólogo.
Posteriormente, los investigadores localizaron el plano de la vivienda en el Archivo de AySA. La interpretación del plano original permitió localizar un antiguo aljibe que se había dejado de utilizar hacia finales del siglo XIX.
La intervención arqueológica en el primer patio de la casa confirmó la existencia del aljibe en un pequeño espacio donde crecía un arbusto (una glicina [Wisteria sinensis]), que aprovechó la estructura para apoyar e introducir sus raíces. El aljibe posee forma circular abovedada y fue construido con ladrillos con un revoque interno para lograr la impermeabilización, lo cual estaba reglado desde esas épocas como consecuencia de la contaminación de las aguas y las enfermedades que asolaban la ciudad.
Si bien aún continúa la excavación en el interior del aljibe -porque, según los arqueólogos, “en este espacio se pueden hallar evidencias de nuestro pasado que ayuden a explicar y a comprender las formas de vida y las soluciones a las problemáticas de abasto de agua que influyeron mucho en la sociedad porteña de los siglos XVIII y XIX”-, hasta el momento los hallazgos fueron botones de nácar, fragmentos de vajilla de loza, de vidrio y de gres (probablemente de algún contenedor de cerveza), azulejos franceses y otros materiales de construcción, así como parte de un antiguo piso de ladrillos y algunos restos de animales utilizados para consumo, especialmente de vaca, pollo y cordero.
“Había mucho material mezclado del siglo XIX y del XX, y estimamos que algunos son del siglo XVIII”, añadió, y finalizó contando los nuevos hallazgos: “Fragmentos de vajilla con decoraciones en tunilla, muy común, importada de Inglaterra, y dos fragmentos de boquillas de tabaco, exportada de Francia, un anillo que parece ser de cobre y dos mangos de cuchillos. Uno completo y conservado con hueso trabajado, agarrado con remaches. Y un segundo aparente cuchillo, cuyo mango es un hueso cortado y trabajado a la mitad”.