Hogar, agridulce hogar: un ambiente del 2×4

FOTOTECA

Bulín, barrio, pueblo y terruño… Entre penas y nostalgias, el tango prestó voz, poesía y sentimiento a la más estimada patria: el hogar.

Alma musical. La voz del acrisolado sentir de los afónicos, de aquel reducido y desdeñado sector cuyas penas y sentimentalismos no hallaban eco posible más que el de las notas de su propia gesta sonora. ¡Qué otra cosa ha sido el tango, acaso! Patria de los desconsolados que, como no podía ser de otro modo, ha figurado raigambres, terruños, baldosas, paredes, techos, cobijos, rincones, barrios… El hogar en todas sus formas y sentires ha estado, históricamente, bajo la lupa del 2×4. Como un ambiente de dimensiones reducidas, recurrentes; pero, a la vez, tan amplias como para abarcar con sus letras todas cuantas nociones fueron posibles.

Después de usted

Que sí, a contramano del sainete de Vacarezza, su cuna NO fue un conventillo; si no ha sabido de patios compartidos y ropa secada al sol, tal vez haya frecuentado algún que otro bulín. ¿Cómo olvidar “El bulín de la calle Ayacucho”?: (…) ha quedado mistongo y fulero: ya no se oye el cantor milonguero, engrupido, su musa entonar. Y en el primus no bulle la pava, que a la barra contenta reunía (…) Domicilio reo y bohemio por referencia, el bulín representó las cuatro paredes del tanguero emancipado, ya desentendido de la tutela inmigrante que lo subordinó en sus inicios. El hogar del buscavidas, de la muchachada que, de a rachas fuleras, hallaba bajo su techo el sitio en que compartir y poner en remojo hasta sus propias nostalgias. Ya lo decía, de “Madrugada”, la pluma de Fernando Rolón: Estoy sentado a mi mesa, oyendo un tango que nadie escucha. Casi las cinco de la matina y hay un recuerdo que me hace burla, En la ginebra aburrida voy evocando mi vida… Y detrás del ventanal, el desfile matinal de los que ganan su pan (…) Porque así como adentro, afuera. Porque así como el sentir, el paisaje. Y porque el hogar es, al decir del tango, a su latir, mucho más que un espacio puertas adentro.

Pibe de barrio

¿Dónde está mi barrio, mi cuna querida?, ¿dónde la guarida, refugio de ayer? Borró el asfaltado, de una manotada, la vieja barriada que me vio crecer nacer(…) ¡Vaya nostalgia la de “Puente Alsina”! Vaya nostalgia la del barrio cuando sabe a territorio propio, a hogar primitivo, protector, maternal (…) Porque me lo llevan, mi barrio, mi todo, yo, el hijo del lodo lo vengo a llorar… Mi barrio es mi madre que ya no responde… ¡Que digan a dónde lo han ido a enterrar! Porque el barrio, sus calles, su gente y su memoria, cobijan, abrigan; son “El Poncho del Amor”: Yo soy del barrio de la Ribera, patria del tango y el bandoneón. Hijo sin grupo de un gringo viejo, igual que el tango de rezongón (…) Sí, señores, porque la patria puede caber en un puñado de manzanas… Y si de patria hablamos, ¿acaso existe un hogar mayúsculo?

A lo lejos

Buenos Aires conoce mi aturdida ginebra, el silbido más mío, mi gastado camino (…) Refugio de mis largas madrugadas, abrigo de mi verso y de mi sino. Su cielo de Gorrión, su luna triste son cosas que también viven conmigo. Esquina de las cuadras de mi vida, guarida de mis sueños más absurdos (…) Porque la que sabe, sabe. Y “Buenos Aires conoce”, al impecable decir de la pluma de Rubén Garello, los aciertos y errados destinos de sus hijos, de quienes la habitan y hasta quienes, a la distancia, la extrañan. Tirao por la vida de errante bohemio, estoy, Buenos Aires, anclao en París; (…)  Lejano Buenos Aires, ¡qué lindo has de estar! Ya van diez años que me viste zarpar. Aquí, en este Montmartre, falbourg sentimental, yo siento que el recuerdo me clava su puñal (…) Porque donde quiera que esté, ya sea “Anclao en París”, en cualquier recóndito lugar del mundo o en la inmediatez de su espacio, su casa, su barrio, su ciudad, su nación… nada como habitar la existencia a pie firme.

 

¡Y vaya si de echar raíces ha sabido el tango! Tanto así que, inoxidable en el tiempo, rememora: nada como el calor del hogar, aun en sus más variadas y disímiles acepciones. Bulincito que conoces mis amargas desventuras, no te extrañes que hable solo (…), versa José de Grandis en su tango “Amurado”. Suelte pena, alegría y confidencia, nomás. Que, como en tiempos de antaño, estas letras nos recuerdan, estamos en confianza. Este hogar de 2×4, siéntase usted en casa…

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