¿Sería que, en el epílogo del siglo XIX, la distinguidísima Mar del Plata podría hallar competencia? Al parecer, así lo creyeron un grupo de empresarios argentinos, quienes no tuvieron mejor idea que montar un balneario acorde a las necesidades y demandas de la aristocracia nacional. Sí, aquella que, verano a verano, se daba cita en la bien llamada “Biarritz de Sudamérica”. ¿El sitio elegido para la misión? Una zona costera perteneciente al partido de General Alvarado, a escasos kilómetros de Mar del Plata, en dirección sur. Por lo tanto… “Mar del Sur”. Así habría de llamarse este prometedor balneario cuyo destino no pasaría de tal inicial concepción. Sin embargo, la apuesta parecía destinada al éxito, y más temprano que tarde se pusieron manos a la obra. Así fue como, creación de sociedad anónima mediante, se adquirieron unas 400 hectáreas, se desarrollaron planos, se comenzó con la venta de lotes y se dio inicio a la obra madre, impulsadora del próspero destino de Mar del Sur, aquella con la que toda pujante localidad veraniega debía contar en su haber: un hotel opulento como pocos, el Boulevard Atlántico.
Enyetado
Lo cierto es que, aunque no lo vaya a creer, el gran hotel gran empezó a renguear aún antes de estar completamente de pie. Ocurrió que la crisis de 1890 suspendió la extensión del ferrocarril que habría de llegar a Mar del Sur. Todo un baldazo de agua fría para el grupo inversor, quien, asediado por los inconvenientes económicos, abandonó el proyecto y dejó las obras paralizadas, al borde de la finalización. ¿Qué si Boulevard Atlántico naufragó antes de que huésped alguno habitara sus cuartos? Pues no del todo. Sus primeros habitantes caerían en enero de 1892, aunque no serían precisamente veraneantes; sino un grupo de inmigrantes judíos traídos desde Europa por la fundación “Barón Mauricio Hirisch”. ¿El objetivo? Habitar campos de la provincia de Entre Ríos. ¿Entonces? Vaya uno a saber cómo es que los pobres recalaron en Mar del Sur y su inconcluso hotel, pues aquel sería el último y desafortunado destino de unos cuantos: un tornado hizo estragos en el hotel y sus huéspedes, al punto tal de provocar muertes. Y he aquí lo macabro de la cuestión. Pues, según se dice, como el tornado duró una semana -y tanto así tardaron las autoridades en enterarse de lo ocurrido-, los cuerpos fueron a parar, mientras tanto, al sótano del Boulevard Atlántico, situado debajo del comedor. ¿Más desgracias para este boletín? Una epidemia de tifus y demás enfermedades, las cuales se cobraron más vidas aún. Eso sí, el número de víctimas es un misterio aún, y el runrún que surgió en torno al destino final de los fallecidos, otro tanto. No faltaron voces que aseguraran haber encontrado huesos entre los médanos situados más allá del arroyo La Tigra, cercano al hotel.
Barajar y dar de nuevo
La historia siguió con remate, nueva adquisición y apertura, ahora sí, en 1904. Al fin los turistas recorrían los pisos de pinotea del Boulevard Atlántico, su patio con palmeras, las galerías a las que conducían las habitaciones, el gran salón comedor donde degustar entrada, plato principal y postre. Aún así, Mar del Sur no parecía ni rozar los talones de su musa inspiradora, Mar del Plata. Y la competencia fue dura, durísima. Tanto así, que la predilección de los turistas por La Feliz acabó por sentenciar la lenta pero segura decadencia del Boulevard Atlántico. Aún así, el balneario alcanzó tener vida propia: florecieron restaurantes, almacenes, bares…y sus propios habitantes, claro. Sin embargo, la suerte no fue la misma para el alma máter del Mar del Sur: en 1993 un incendio le dio la palmadita final. Chau, chau, adiós. Triste adiós para tanta grandeza, triste final: ese mismo año, las puertas del Boulevard Atlántico cerraron definitivamente. Desde entonces, otra vez el señor tiempo haría de las suyas, hasta que dos décadas más tarde, truncos proyectos e ingrato deterioro mediante, el grupo inversor argentino Marum decidió tomar cartas en el asunto. Remodelación y reapertura sin más grandes lujos que mantener la propia esencia del hotel. Sólo que las idas y venidas, las demoras y reformulaciones también formaron parte del anhelado renacimiento del Boulevard Atlántico.
¿Será que su destino no es más que una vida en ascuas? Por lo pronto, tanto infortunio y vedado éxito saben a paradoja, pura ironía para los sueños de gloria bajo los que el Boulevard Atlántico supo ser concebido.