Que levante la mano quien no haya dicho un insulto. Y nadie levantó la mano. Un insulto es una palabra cuyo único fin es el de lastimar a alguien. Sin embargo, la ingeniosa cabeza de los argentinos ha ideado cientos de graciosos insultos gastronómicos. Aquí en la Pulpería los usamos… a veces. Solo a veces. Acá la primera parte de nuestros favoritos. ¿Cuál preferís vos? ¿Cuáles te han dicho? ¡Te invitamos a compartir tus experiencias y insultar al mundo gastronómicamente!
Sos un salame
En lunfardo, se usaba la palabra salame para denominar al primer novio que la nena traía a casa. El susodicho dejaba de llamarse así sólo cuando los hermanos de la muchacha finalmente lo aceptaban en la familia. Ojo parroquianos, no confundir con “salamín”, que se utiliza más bien para denominar a alguien despistado.
Sos un perejil
Todo comenzó por allá por los ’70. Por su escaso valor, el perejil era la yapa de las verdulerías cuando no tenían para el vuelto. Es decir, no hay diferencia si va, o no, en la bolsa de las compras. Un perejil es tan poca cosa que ni regalado adquiere importancia.
Cabeza de melón
Para poder disfrutar de un melón, hay que ahuecarlo. Pues bien, “cabeza de melón” significa cabeza hueca, pero también se refiere a aquel que es testarudo y empedernido. Ahora “melonazo” es otra cosa, vendría siendo el título mayor a la imbecilidad. Años luz de “cabeza de melón”.
Este es un ñoqui
Atención empleados públicos, este insulto fue creado para aquellos trabajadores del gobierno que, sin mover un dedo, aparecían solo para buscar su sueldo, sin haber trabajado el resto de los 29 días. Esto de los 29 días es solo una coincidencia con aquella tradición en la cual se debe comer una porción de dicha pasta para tener riquezas. En fin, si te dicen ñoqui significa que sos un haragán. ¡Andá a laburar che!