Oriundo del antiguo barrio barrio “Las Cejas” de Santiago del Estero, Juan Saavedra se inicia en la danza de la mano de su hermano mayor el conocido bailarín y folclorista Carlos Saavedra, con quien integra cuerpos de baile y luego con otros grandes referentes de la danza. Poco después realiza una gira mundial donde ya vislumbra su destino con el baile. Virtuoso con el bombo, el zapateo, la danza y las boleadoras integra la compañía “Indianos” con quien actúan en los mejores teatros del viejo continente, consagrándose en el mundo.
Juan encarna la idiosincrasia santiagueña: humilde, de diálogos cálidos y siempre dispuesto al baile o la improvisación. Este amor que le tiene a su terruño hace que luego de consagrarse vuelva a su pago natal. Forman, junto con Jacinto Piedra y Peteco Carabajal, el consagrado grupo “Los Santiagueños”. Proyecto de arraigo a la santiagueñidad y viaje al Santiago adentro, haciendo espectáculos por escuelas rulares y pequeños pueblos. Dicho proyecto se llamó “Transmisión Wuauqe” que en voz nativa Quichua significa transmisión hermano.
Las creencias lugareñas hablan de mitos alrededor de la persona de este gran bailarín y con ello surge la denominación de Salamanquero, quien visita el socavón donde Mandinga arma una fiesta medio del monte acompañado de animales silvestres como lampalagua, escuerzos entre otros. En este acto, Mandinga dota a personas de habilidades destacadas, éxitos y consagración a cambio de un pacto en sangre. Ser salamanquero en la cultura folclórica santiagueña no es mal visto, al contrario, es un halago. Lo cierto es que, salamanquero o no, Juan Saavedra es una bisagra en la danza folclórica argentina, no solo en Santiago del Estero sino en mundo entero. Con técnicas de estudio de otras disciplinas contribuye a enriquecer y fortalecer el folclore actual gracias a herramientas de otros géneros.
