La arcilla que va en tu casa

FOTOTECA

Las casas de barro son una propuesta que resignifica la construcción del hogar y el modo en que habitamos el mundo.

Zapatean con el barro hasta las rodillas. Pero no todo es diversión: Uno acerca ramas, otra distribuye porciones justas de arcilla y lodo. Un poco más allá se levantan paredes que no serán rectilíneas. Podría ser una pareja de horneros construyendo el nido. Y no es lo mismo pero es igual: se trata de una joven familia que levanta su casa con las manos, los pies, la cabeza. Energía creativa y trabajo que fluye, como la vida cuando se acerca a la naturaleza.

De tierra somos

La tierra fue uno de los materiales de construcción más utilizados por la humanidad. Aún lo sigue siendo, aunque a veces lo oculte el cemento interminable de las grandes ciudades. Se calcula que un tercio de los humanos vive en casas de tierra. Pero también con tierra fueron construidos edificios religiosos o históricos, como mezquitas en Irán, el centro de la pirámide del Sol en Teotihuacán, México, y hasta la Gran Muralla China. Claro que las distintas geografías y culturas se atienen a diferentes técnicas para trabajar los materiales.

Casa, rancho, altillo, palacio

En parte por prejuicio pero también siguiendo preceptos sanitaristas, en Argentina durante mucho tiempo la tierra y el barro fueron relegados y despreciados al momento de pensar en construir. Sin embargo, en las últimas décadas y de la mano del sistema holístico que plantea la permacultura, las viviendas de barro no se presentan como sinónimo de precariedad sino como una propuesta artística, social y ambiental. Es por ello que muchos ingenieros o arquitectos optaron por este modo de fabricar viviendas que prioriza la economía de recursos y el respeto por la naturaleza. Pero también son muchos los autodidactas que luego de cursos o exhaustivas lecturas se ponen a experimentar con el sueño de la casa propia construida con las propias manos.

Chapotea en el barro

Entre los materiales de construcción basados en tierra se destacan el cob, el adobe y el tapial. Los tres se componen básicamente de arcilla, arena, paja y barro, aunque sus proporciones van cambiando, así como el modo de organizar las construcciones. A diferencia del adobe, el cob no requiere de ladrillos o bloques pre-moldeados. Además de la economía y el valor ecológico que presentan, sus precursores destacan la ductilidad y resistencia a los cambios climáticos. En algunos casos también se le atribuyen propiedades anti sísmicas. Es común que las viviendas construidas de este modo cuenten con sistemas de calefacción, refrigeración e iluminación autosustentables. Incluso uno de los autores paradigmáticos de la permacultura, el arquitecto norteamericano Michael Reynolds, habla de la necesidad de modificar el concepto de hogar por el de “naves-tierra” como unidades auto dependientes, capaces de generar energía, alimentos y tratar sus propios desperdicios.

Y por casa ¿Cómo andamos?

En nuestro país la tendencia hacia la construcción de casas de barro fue ganando adeptos desde fines de la década del ’90. El australiano Max Lindegger, uno de los referentes mundiales en permacultura motivó a varias personas a partir de un curso brindado en la eco-villa Gaia ubicada en Buenos Aires. Muchos de los asistentes a ese encuentro luego se convirtieron en multiplicadores y así sucesivamente. En los últimos años fueron surgiendo algunas eco-aldeas en las provincias de Córdoba y Río Negro. Además del modo en que estén construidas las casas, la vida en esas comunidades pasa por el respeto a la naturaleza en todo sentido.

Entre quienes apuntan a la construcción natural es conocida una plegaria al hornero que dice: “Enséñame a darle forma, que no es otra forma – divina forma- de proteger lo que tiene vida”. Un modo de pedir: que además de habitar una casa -hogar, rincón del mundo, Planeta Tierra- seamos por ella habitados.