Sin bombacha…así se han quedado los zuavos tras el “negoción” ofrecido al Presidente Justo José de Urquiza. Claro que no se trató solamente de un exitoso acuerdo comercial; sino que la prenda en cuestión se afirmaría como un atuendo gauchesco por excelencia.
Apunten… ¡Disparen!
Louis-Christophe-Leon Juchault de la Moricière fue el general francés que -en 1841 y al mando del ejército Zuavo- diseñó un uniforme de estilo oriental y reconocimiento mundial. Chaquetas cortas sin cuello, chalecos sin mangas y voluminosos pantalones “Zouave” (propios de Argelia) compusieron el “equipo” militar Zuavo. Atuendo que sería adoptado por las fuerzas armadas de Estados Unidos de América, Estados Pontificios, España, Brasil y el Imperio Otomano. Si bien fue utilizado en vastas campañas militares del ejército francés, la fama tocaría definitivamente sus puertas durante la guerra de Crimea. Conflicto que enfrentó a las fuerzas aliadas de Gran Bretaña, Francia, Turquía y Cerdeña contra Rusia; y que halló su fin el año 1856, tras la firma del tratado de Paz. Ahora bien… ¿Qué ocurrió una vez acabados los fusibles?
Andanzas argentinas
El tucumano Juan Bautista Alberdi había sido enviado a Europa por la Confederación Argentina. ¿El propósito? Bloquear las pretensiones de autonomía del Estado de Buenos Aires…y lo logró. A partir de su mediación, Gran Bretaña y Francia retiraron sus diplomáticos acreditados en territorio bonaerense y reconocieron la soberanía del gobierno de Paraná. Francia acreditó ante las narices de Alberdi al ministro Charles Lefebvre de Bécour; quien -no más llegado a la capital entrerriana- le comenta al Presidente Justo José de Urquiza que la paz en Crimea había producido grandes rezagos de guerra. ¿Artillería militar? No, algo más sencillo: habían sobrado cien mil pantalones de esos anchos y ceñidos en el tobillo que usaban los zuavos. Ni lento ni perezoso, Urquiza no pudo resistirse a la oferta. ¡Si sólo tenía que enviar cueros y algunas toneladas de carne salada! Cerrado el trato, el asunto pasaba por repartir los cien mil benditos pantalones. Y así fue como los peones de estancia abandonaron los clásicos chiripás para adoptar definitivamente las bombachas “militares”. Esas que la propia tradición convertiría en indiscutido “patrimonio gaucho”.
Toda una tendencia
La bombacha tuvo gran éxito, incluso en el gauchaje de Buenos Aires. Durante años, para poder confeccionar la prenda en el país, se importaron los paños originales de Francia. Hasta que alrededor del año 1880, a partir de la presidencia de Nicolás Avellaneda, se abrieron importantes industrias textiles que lograron fabricar una tela muy parecida a la original francesa. Las telas se fueron adaptando a las necesidades de los peones y fueron tan variadas como sus precios. Y si en cuestiones “moda” nos adentramos, nuestros paisanos supieron del color negro en las bombachas para una gala, una etiqueta o un entierro. Mientras que las blancas fueron gala en Salta y Jujuy, como ahora se imponen entre los montadores de las jineteadas.
Pura tendencia para una prenda “nacionalizada” por adopción. En otras palabras, una verdadera “gauchada” de importación. ¿Quién dijo que los gauchos no visten a la moda?