por Laura Litvin
Pulpería Quilapán, en una casona histórica de San Telmo, sorprende con una propuesta integral: cocina con productos genuinos y club social. Rico e interesante.
Enamorados de la Argentina
Tatiana cuenta que viajaron para aprender español, pero decidieron quedarse. “Nos conocimos en París estudiando arquitectura. Cuando llegamos acá nos preguntábamos cómo era la cocina argentina y vimos que era muy difícil conseguir productos artesanales. Venimos del campo, estamos acostumbrados al queso, al vinito, a los fiambres caseros. Así que empezamos a viajar buscando productores. Y así conocimos las famosas pulperías. Tanto nos gustó el concepto que quisimos abrir la nuestra. Conseguimos esta casa que estaba a la venta como baldío, pero pronto empezamos a investigar su historia. Convocamos a arquitectos, arqueólogos y en el proceso descubrimos un patrimonio increíble. Hoy está recuperada.”
El nombre
Gregoire y Tatiana eligieron “Quilapán”, en honor al último gran jefe mapuche, discípulo de Calfucura, considerado el hacedor de la unificación del territorio mapuche. Otro homenaje a la tierra en la que decidieron quedarse.
Qué comer
La mayoría de los productos que se usan en la cocina también se pueden comprar en la tienda: quesos de Suipacha, cerveza artesanal de San Luis, licor de algarroba de Tralasierra, salame del Tigre y mucho más. “Nuestra idea es simple: aportar al argentino lo mejor que produce Argentina”. La carta ofrece entradas como Revuelto Gramajo ($ 85) o provoleta de cabra con carpaccio de tomate
($ 120). Y entre los principales, las picadas con fiambres de distintas regiones del país son un hit. Pero también hay guiso de lentejas pardina con ciervo ($ 140); ñoquis con salsa del día ($ 100); bondiola de jabalí salvaje cocida 4 horas con sidra Real y anís estrellado ($ 220); liebre salvaje flambeada a la ginebra Llave con reducción de vino patero al enebro ($ 260) o cordero patagónico en horno de barro, marinado al romero y al tomillo ($ 220) que se puede comer con cuchara. De postres, más homenajes a la cocina porteña: pastafrola, torrejas de la abuela; budín de pan; vigilante clásico de dulce de membrillo y cuartirolo.Hay tragos y pingüinitos artesanales para el vino por copa.
Club social
Cada día hay propuestas distintas: los jueves tenedor libre de ñoquis; miércoles de amigos (el segundo pingüino es invitación de la casa) o el infaltable locro de las fiestas patrias. Al fondo, en un espacio más teatral, suele haber grupos de jazz.