Retiro es un barrio de Buenos Aires. Y también es un prisma que refleja y multiplica paisajes de la desigualdad. Para muchísimos argentinos esa zona fue y sigue siendo puerta de entrada a una ciudad maravillosa. Pero al mismo tiempo una frontera que excluye y empuja hacia afuera. Las villas 31 y 31 bis son asentamientos históricos y paradigmáticos por ubicarse en ese lugar, en inmediaciones de la terminal de transporte terrestre más grande del país y a pocos metros de fastuosos edificios. Además, por la memoria de lucha de sus pobladores y el homenaje permanente al sacerdote Carlos Mugica que habita en sus calles.
Originado en 1932, fue uno de los primeros barrios de casas precarias en la Capital Federal. Las viviendas se fueron ubicando sobre los terrenos del Nuevo Puerto, espacio público que además de las funciones portuarias contemplaba la instalación de edificios administrativos o de enseñanza y que finalmente nunca se concretó. Todo empezó con un pequeño barrio que el gobierno destinó para inmigrantes europeos y obreros del puerto y el ferrocarril. En sus inicios se llamó Villa Desocupación y tiempo después, Villa Esperanza.
De los barcos a los trenes
A mediados de las décadas del `30 y `40 del siglo XX, en Argentina miles de personas se trasladaron del campo a la ciudad y de las provincias del Norte hacia la Capital Federal o hacia el puerto de Rosario. A los que en el siglo anterior llegaron de Europa, ahora se sumaban migrantes internos que intentaban probar suerte en las zonas portuarias y fabriles. Se trasladaban con la ilusión del trabajo estable y quizá varias frustraciones a cuestas. La villa 31 se repobló con muchas de estas familias.
Codiciada por su alto valor inmobiliario, la villa fue desalojada casi por completo durante la última dictadura cívico militar. Topadoras y varios muertos mediante, sólo quedaron en el barrio 43 familias que resistieron. Luego se conformaron como Comisión de Demandantes y lograron que el Poder Judicial fallara a favor de su permanencia. Tiempo después, volvió a poblarse. A partir de allí el número de habitantes creció constantemente. Llegó a tener 25.000 pobladores a fines de la década del ´70 y también a principios del 2007. Según de dónde provengan las estadísticas, esa cifra podría duplicarse en nuestros días. Toda esa área poblacional se divide a su vez en distintos barrios o sectores, entre los que se diferencian el Güemes -más cercano a la terminal de ómnibus-; Inmigrantes -núcleo originario, en la zona Norte de la villa- YPF; Comunicaciones y Autopista -estos últimos sobre el sector Oeste- A su vez, la villa 31 bis incluye los sectores Barrio Caacupé; Barrio Chino y Barrio Nuevo.
Barrio galaxia
En 2009, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó la ley 3343, que establece la urbanización. La norma señala la necesidad de una mesa multidisciplinaria y participativa para elaborar un plan urbanístico. La legislación toma entre sus principales antecedentes un proyecto elaborado por el Instituto de Espacialidad Humana de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en conjunto con los vecinos. Pero hasta el momento ningún plan de urbanización se concretó.
Mientras tanto, la vida en la villa sigue su curso. Muchos de los vecinos trabajan allí en puestos de feria, negocios y en distintos oficios. También funcionan una emisora de radio, un canal de televisión y se edita un diario. Y la murga se hace escuchar con Los guardianes de Mugica, banda que recuerda al cura asesinado en 1974 presuntamente por integrantes de la organización Triple A (Alianza Anticomunista Argentina). El sacerdote había llegado al barrio en la década del ‘60 y se quedó hasta su muerte, convertido en un vecino más pero también en un referente ético y político que aún marca la memoria del lugar.
Argentina también
Fue a partir de una novela del periodista Bernardo Verbitsky que los conjuntos de viviendas urbanas más precarios comenzaron a conocerse en Argentina como villa miseria. “El recuerdo terrible de Villa Basura, deliberadamente incendiada para expulsar con el fuego a su indefenso vecindario, era un temor siempre agazapado en el corazón de los pobladores de Villa Miseria. La noticia de aquella gran operación ganada por la crueldad, no publicada por diario alguno, corrió no obstante como un buscapiés maligno”. Así comenzaba el libro “Villa miseria también es América”, editado en los años `60 luego de interminables caminatas del autor por mínimas calles de tierra bordeadas de casillas.
Para quienes intentan interpretarla desde afuera o incluso únicamente a través de la lectura de los medios, una villa puede ser un conglomerado de estereotipos con el cartel de peligro en la puerta de entrada. Y si hay algo que los estereotipos pasan por alto es la complejidad. En el caso de la Villa 31, como en otros lugares, las historias de trabajo y esfuerzo seguramente también se tejen junto a otras más oscuras. Pero también hay una memoria de obreros inmigrantes, recuerdos de ollas populares y un presente de tonadas diversas por la presencia de paraguayos, bolivianos, peruanos. Todos ellos caminan por el barrio en un recorrido que conoce de sobra las fronteras de la pobreza y falta de oportunidades. Pero también marca huellas de esperanza. Así mismo como alguna vez supo llamarse.