El graffiti no es nada nuevo. De hecho, viene de los tiempos del ñaupa. A lo largo de la historia, escribir las paredes de la vía pública ha sido considerado un delito, sin embargo, hoy en día, disfruta del visto bueno de cada vez más paisanos.
Aerosol, política y poesía
No es casual que las autoridades llamen vándalos a quienes las critican. El graffiti siempre ha sido una forma de expresión del descontento social. Tal es el caso del stencil que, en nuestro país, se ha desarrollado sobre todo a partir de la crisis de 2001. Comunicativamente efectiva debido a su gran poder de síntesis y la facilidad de su reproducción, esta técnica ha contribuido, entre otras cosas, a fortalecer la memoria ciudadana y la lucha contra la impunidad, al fijar innumerables veces en la vía pública, por ejemplo, la imagen de Julio López, desaparecido en democracia. A veces las pintadas apelan al humor, la reflexión y/o la intención poética, como es el caso del movimiento internacional Acción Poética o los graffiti compilados por la página graffiti Escritos en la calle, ambas construcciones colectivas.
Arte por todas partes
Otro fenómeno, tal vez más visible aún, es el de la expansión de la pintura mural, sobre todo en barrios como San Telmo y Palermo. Es que en Buenos Aires el único requisito para hacer un mural es tener la autorización del dueño de la propiedad en cuestión, además de que hay muchas paredes abandonadas y las autoridades, dado el prestigio creciente de esta rama del arte, suelen avalar la actividad o en su defecto “hacer la vista gorda”. Esto no ocurre en todo el mundo, por eso nuestra ciudad se ha transformado en la nueva meca del Street Art internacional, atrayendo artistas como el italiano Blu, el chileno Elodio o el español Aryz y dando espacio a los locales, por supuesto, como Tec, Defi o Martín Ron. En torno al arte urbano se organizan festivales y diferentes tours por la ciudad. Algunas obras tienen un fuerte mensaje social -muchas veces más en contacto con la tradición muralista latinoamericana- y otras son más bien decorativas. En el medio hay tantos matices como paredes en la ciudad.
