Locanda dei Girasoli, abriendo puertas a la inclusión

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Inspirando con el ejemplo, la Locanda dei Girasoli es un restaurante romano atendido por personas con síndorme de Down. Conózcalo.

Pequeño, modesto, sin ninguna rimbombancia desde la que erigirse como un restaurante fuera de lo común. Como si se tratara de una simple casa, a no ser por su certero cartel en neón. Así levanta la persiana (o abre su puerta cancel), tarde a tarde, la Locanda dei Girasoli. Allí, del otro lado del océano, en la ciudad a la que conducen todos los caminos. Pero, por sobre todo, aquella en la que asoma como un restaurante más. Y allí reside pues, su mayor tesoro. Haciendo pie en las afueras de Roma desde los albores del nuevo milenio, la Locanda dei Girasoli demuestra al fin que la diferencias pueden acercarnos, y de lo lindo. Atendido casi exclusivamente por personas con síndrome de Down, se ufana así de lo que pocos: ofrecer un servicio que nada tiene para envidiarle a los de su rubro; sino más bien abrirse paso como espejo.

A toda máquina

La Locanda dei Girasoli abrió sus puertas en 1999, de manos de dos padres para cuyo hijo, con síndrome de Down, procuraron una vía fáctica desde la que mostrarle que un futuro de inclusión y pertenencia era posible. Y la iniciativa tomó tal magnitud que alcanzó el rango de cooperativa, empleando no solo a personas con dicho síndrome; sino también a aquellas que presentan síndrome de Williams, X frágil y hasta autismo. ¿Qué si la clientela tiene algo de especial? Por supuesto que no. O, al menos, a no ser por la enriquecedora experiencia que ha de llevarse consigo. Además de una cena como todo buen comensal manda… Por lo que en la Locanda dei Girasoli nada difiere de lo que en cualquier restaurante. Los empleados preparan el local para su apertura y, previa cena compartida, comienza la esperada llegada de clientes. Es ya el caer de la tarde cuando los paladares se empiezan a debatir entre pasta o pizzas al horno de leña en una nutrida variedad. Una hora más tarde, la Locanda ya funciona a pleno, entre comandas que apuran el ir y venir de los camareros, aromas que impregnan el ambiente y sabores que conquistan e invitan a regresar.

Ningún cable suelto

¿Que si poco más de 20 años no son nada? Más bien vale cambiar el ángulo de la pregunta. ¿Cuánta vida se le arrojaba a la Locanda dei Girasoli cuando era apenas una iniciativa piloto, pionera en lo suyo? Vaya pues, si 20 años son mucho. Sobre todo, por el aceitado funcionamiento que ha logrado desarrollar. Aquel en el que la premisa es aprender de quien se encuentre al lado. Tanto en la cocina como en el salón o el patio cubierto, los empleados (llamados cariñosamente, chicos) se foguean el uno con la otra y viceversa. Trabajan a la par, atenta mirada de los supervisores mediante; quienes lejos de condenar cualquier error surgido de la propia práctica, apuntalan en pos de mejorar. De hecho, para maximizar la eficiencia es que los recién ingresados realizan una práctica de entre dos y tres meses, para luego lanzarse ya, habiendo conocido el funcionamiento global, a la atención al público.

Un chaparrón no es caída

Con cerca de 20 empleados en total, lo cierto es que la Locanda, así como cualquier otro restaurante, se las ha ingeniado para surfear las dificultades y coyunturas que, en su largo transcurrir, se les han presentado no sin amenaza. De ello, a comienzos de 2020 llegó a estar a punto de cerrar. Pero el reconocimiento de la labor, esa que excede a la del eficiente restaurante que es, hizo que fuera destacado a nivel regional como embajador de la excelencia etnogastronómica. Por lo que al espaldarazo económico le siguió el boca a boca, el cometario, la fama bien ganada, el querer ser parte de la experiencia de parte de romanos y visitantes. Pero, por sobre todo, abrirse a una experiencia que no puede más que ampliar nuestras perspectivas, abriéndonos a una nueva forma de convivir con un otro@. Aquel que siempre será diferente, sin importar su condición. Y que por tanto, tanto más tiene para enseñarnos en nuestro día a día. En un acto tan casual como sentarse a comer una pizza o un plato de pasta.

¿Y a usted, que tal le sentaría la experiencia? Por si acaso, por estos pagos ya nos estamos inspirando en tan esperanzadora musa. Para que, desde este lado del charco, aunque a Buenos Aires no conduzcan todos los caminos, sí sea posible seguir abriendo puertas.