Luis Felipe Noé, bendito sea el caos…

FOTOTECA

…porque es sinónimo de libertad. Y para Luis Felipe Noé, gen del movimiento de la Nueva Figuración, arte y vida. No deje de recordarlo.

 

Dicen que después del caos, sí o sí surge el orden. Pero para Luis Felipe Noé, el caos no fue una antesala, sino un quehacer artístico en el que permanecer, transcurrir. Pues, sí, en palabras deYyuyo, tal como sus padres lo llamaron desde la infancia, “el caos es la vida misma”. Eso sí, no hablaba Luis de un alboroto, desorden, desmadre o cuantos sinónimos a usted se le antojen, sino más bien a un ritmo natural, propio de la existencia humana en la medida en que ella es quien lo constituye. De modo que así, dando rienda a ese caos por él también co-creado, acaso siguiendo el pulso de su propio existir, Luis Felipe Noé supo ser pura creación. ¿Gusta de adentrarse en la cadencia de sus días y obras? Allí vamos…

Una imagen dice más que mil palabras

El año 1933 vio asomar al mundo a otro Noé artista. Pues, nacido en Buenos Aires, Luis Felipe Noé papó de Julio Noé el interés por las artes y las letras. Es que don Julio, padre de Yuyo, fue un destacado personaje de la vida literaria porteña. Y aunque en conversaciones con su hijo tanto la literatura como la pintura eran de la partida, fue la segunda aquella por la que Luis Felipe siempre sintió más interés, más atracción: “siempre me atrajo más quedarme quieto viendo una imagen que leer una novela. A mí las imágenes me decían mucho” Tanto le decían, en ese idioma intraducible y a la vez universal del que son dueñas, que Yuyo hacía el trabajo de descifrarlas internamente, como si escondieran ellas una suerte de mundo secreto. Incluso, hasta coloreaba con sus ojos aquellas que, en blanco y negro, aparecían en los libros de pintura o creación artística que le compraban mamá y papá. ¿Sabría entonces que una suerte de magma se estaba gestando dentro de él para luego erupcionar a través de sus manos? El hecho es que, ya de gurrumín ya, Luis Felipe Noé iba al Salón Nacional con su padre y ya reconocía la autoría de los cuadros allí presentes. Lo que se dice, toda una promesa. Y vaya si valía tenerle fe…

Todos los caminos conducen al arte

Sin embargo, esas frases hechas de la vida como “¿de qué vas a vivir?”, tan comunes a los oídos de a quienes el corazón y el talento se les va en arte, hizo que Yuyo comenzara a cursar en la Facultad de Derecho allá por 1951. Sí, imagine como terminó la historia. Tres años de pura voluntad, y a otra cosa… Por lo que, a partir de un contacto que su padre tenía en el diario El Mundo, Luis Felipe Noé comenzó a dar sus primeros pasos en el mundo del periodismo. ¿Sector de crítica de arte? ¿Cómo que no hay? Lo pedís, lo tenés. Y ahí nomás, al año de haber ingresado a la redacción, el bueno de Felipe se dio el gustazo de sacarle lustre a las páginas hablando de lo que mejor sabía. Mientras tanto, tomaba clases de pintura con el maestro Horacio Butler –de la mirada al hecho pictórico, hay un largo trecho–, junto a quien se formó durante un año y medio. Eso sí, a la vez que todo esto sucedía, el amor también era de la partida. En 1957, Yuyo se casó con Nora Murphy, futura madre de sus dos hijos. Y atención aquí, porque la luna de miel en la bellísima y multicolor Quebrada de Humahuaca fue motor y musa de dibujos que luego serían publicados en la revista El Hogar (perteneciente al Hogar Obrero, en cuyo edificio Luis Felipe y Nora residieron). Fue aquella la primera vez que publicó una obra visual, asomándose al ámbito público como dibujante.

En movimiento

Dos años más tarde, en 1959, fue el turno de la primera exposición individual. ¡Sí, señor@s! En la galería Witcomb de Buenos Aires, sin más formación que la de sus aproximados dieciocho meses junto a don Butler, pero habiendo pasado ya seis años bajo el puente desde su última clase junto a él. Y aquí, otro punto importante en la vida de Luis Felipe Noé, pues fue en la inauguración de dicha muestra que comenzó a hacer buenas migas con tres hombres con los que habría de trabar mucho más que una amistad: Alberto Greco, Rómulo Macció y Jorge De la Vega. ¿Olfatea ya de quiénes hablamos? Pero vamos paso a paso, porque un año después, Noé padre le ofrece a Yuyo un sector de la fábrica de sombreros que había pertenecido a Noé abuelo. Sí, sí, en estos queridos pagos santelmianos. Más precisamente, en la calle Independencia, entre Bolívar y Defensa. ¿Y qué par se instalaron allí al poco tiempo? Greco y Macció. Mientras que De la Vega colaboró con alguna que otra de obra de gran magnitud allí. Como verá, el cuarteto iba tomando forma. Y compartiendo intereses, desafíos, visiones. Así es como Luis Felipe Noé les propone hacer una muestra que fuese capaz de superar la oposición entre figuración y abstracción. ¿Nueve grupete a la vista? Como a ellos les gustaba definirse, más bien, un movimiento. Aquel al que, para la ocasión, también se sumaron artistas vinculados a alguna de las dos corrientes: el fotógrafo Ernesto Deira y los pintores Sameer Makarius y Carolina Muchnik. El resultado fue una serie de obras que apuntaban a una figuración alternativa: “Otra Figuración”, tal como se llamó a la muestra realizada en la galería Peuser en 1961.

Nueva Figuración

Luego de la exitosa muestra, todos los caminos condujeron a París. Primero fue Yuyo junto con De la Vega, gracias a una beca entregada por el gobierno del país galo, luego, su esposa Nora y su hija Paula, para que más tarde se sumasen Deira y Macció. Fue entonces cuando el movimiento se consolidó aún más. No se había tratado solo de una muestra de ocasión, sino que comenzaba a tratarse de un colectivo artístico que sacudiría el ámbito pictórico de los años ’60. Las muestras compartidas comenzaron a rodar por diferentes galerías y la Nueva Figuración, así, con nombre propio, fue un hecho. Claro, también con características propias en cuanto a lo que a su arte respectaba. Como concepto madre, el cuestionamiento de la “institución pintura”, y de allí los desacatos en torno a ella. Pintura chorreada, figuras y bastidores recortados, marcos vacíos, materiales diversos. Visión quebrada de la realidad y libertad como bandera. Hay en las obras de la Nueva Figuración una pérdida del centro, hay incertidumbre, desequilibrio, una falta de valor compositivo. Un No a la representación del hombre, un SÍ a su aparición en el quehacer pictórico. Pues, cómo no, el caos asoma como objetivo explícito. Y si es en grandes superficies, mejor. Pues bien lo dijo Yuyo: como si la pintura fuese una danza, la un@ baila más cómod@ cuanto más espacioso es el salón. Sin dudas, un crack.

Recalculando…

El año 1962 marcó el regreso y, tras instalarse en un nuevo taller sobre la calle Carlos Pellegrini, al cuarteto le bastaron no más de  dos exposiciones para ser convocados por el entonces director del Museo Nacional de Bellas Artes para exponer allí. Desde entonces, becas, premios y contactos con demás artistas fueron parte del derrotero de los integrantes de la Nueva Figuración, cuya última muestra tuvo lugar en 1965. Luego, tras una nueva beca que lo llevó a Nueva York, Luis Felipe Noé emprendió en 1968 un nuevo regreso que en verdad se trató de una partida, o un abandono de lo más impensado: el de la pintura. O será que, tal como lo veía Yuyo, la pintura lo dejó a él. Sí, en el momento en más apasionado estaba con ella. Vea usted, tantas obras había vendido que temió convertirse en un fabricante de “obras decadentes, porque cuando uno se imita a sí mismo se imita cada vez peor y creyendo que gana una personalidad la pierde por completo”. Pero no sólo por allí fue la cosa, sino que cayó en cuenta, el clima envolvente que caracterizaba a sus obras  constituía una forma de plantear una unidad. Por lo que, en cierto punto, estaba intentando ordenar con ellas el caos al que pretendía dar imagen. Y para peor, de forma caprichosa. Por lo que Luis Felipe Noé dejó de interesarse en representar la vida. Más bien quería vivirla, desatar en ella posibilidades. La pintura como lenguaje relevante, como lenguaje capaz de decir más que la misma lengua, como siempre para él había sido, se hallaba entonces en el banquillo de los acusados, bajo cuestionamiento. Mientras, el proyecto de apertura de un bar tomaba forma. Y bajo el nombre Bárbaro, sugerido por De la Vega, no tardó en ser néctar para artistas y demás figuras de la cultura hasta los años ’80. ¿Pero qué pasaría en 1981? Nada más y nada menos que el vigésimo aniversario de la Otra Figuración, aquella muestra germen de todo lo que Yuyo y compañía vivirían después. Por lo que del 13 de julio al 1 de septiembre, la exposición “otra figuración, veinte años después” tuvo lugar ¿a qué no sabe dónde? En la Fundación San Telmo. Sí, sí, en Defensa 1344, estos queridos pagos pulperos.

Yuyo quería vivir la vida, presentársele de cara, y así lo hizo. Tal vez más cerca que nunca de su padre, desde la escritura. Entregándole todo lo cultivado en una vida rendida al arte. Así, sus pensamientos y reflexiones sobre la estética encontraron sitio en numerosos libros. Vea usted: Antiestética, El ojo que escribe y, entre tantos otros, Asumir el caos. Arte y vida. Su último libro, presentado en marzo de 2025, a sus noventa y un años y a días de su adiós definitivo en abril de se mismo año. Superando en un año a don Julio, sorprendido de haber podido quebrar aquella marca de las nueve décadas que creía, tampoco él habría de cruzar. Pero en la vida no hay ecuación simple, y Yuyo bien lo sabía: “yo creo que el mundo es muy complejo; y el arte es una manera de defenderse y entenderse con esa complejidad”. Se agradece tamaña intención de su parte.