Matías Pipet, con sello propio

FOTOTECA

Grabador del primer sello postal argentino, el francés Matías Pipet dejó su buena estampa en la historia de las comunicaciones nacionales.

Nació en el noroeste de Francia, allá por 1826; pero habría de dejar su gran huella gran en suelo y papel nacional. Si hartas historias de inmigrantes le hemos contado ya, prepárese para una más. Con ustedes, Matías Pipet, el grabador del primer sello postal argentino.

Con sello francés

De la región de Alta Normandía al litoral argento. Más precisamente, a la ciudad de Mercedes, provincia de Corrientes. Tierra adoptiva de la mayor población de origen francés del país; y tierra fértil para don Matías, pues allí se caso con doña Vicenta Gómez y se despachó con flor de descendencia: nada menos que nueve hijos. Claro que, a juzgar por el rebusque de nuestro protagonista, se ve que los chiquilines vinieron con un pan bajo el brazo, pues Matías Pipet no tuvo mejor idea que instalar una panadería con la que ganarse la vida. ¿Qué había quedado de aquel joven aprendiz de grabador, perdido entre las harinas y levaduras? Mucho, todo cuanto su compatriota, don Pablo Emilio Coni, supo rescatar su más atesorado talento.

Con estampa de panadero

Todo empezó de la mano del gobernador provincial, el Dr. Juan Gregorio Pujol, quien, inspirado en su experiencia por el viejo continente, apuesta por una innovadora idea para las comunicaciones nacionales: la implementación del primer sistema de franqueo de correspondencia por medio de sellos postales adheridos. Y quien mejor para colaborarle que el gran Pablo Coni, director de la primera imprenta del país. El hecho es que Coni estaba convencido de que la litografía no era la mejor opción, pues permitiría una fácil falsificación del sello. ¿Entonces? La impresión topográfica era la solución, sí, aunque no dejaba de plantear un nuevo problema. ¿Quién sería capaz de preparar la plancha correspondiente? La respuesta estaba detrás de un mostrador de panadería.

Corrientes tiene clisé

Así fue como entre franchutes se llegó a buen puerto: el primer sello postal que circuló en nuestro país. Para confeccionarlo, Matías Pipet se inspiró en una estampita francesa de 1849 (exactamente el año anterior al de su emigración a la Argentina), la cual constaba de una imagen de la diosa Ceres, divinidad de la tierra y agricultura en la mitología romana. Con su perfil como protagonista, Pipet fabricó ocho clisés de cobre. Cada uno de ellos, desarrollado de forma individual y con marcadas diferencias entre sí, más allá del general parecido. Luego, dispuso el conjunto en una única plancha de metal, y a imprimir se ha dicho. ¿Cuántas emisiones? Desde agosto de 1856 hasta 1880, año en que se nacionalizaron los servicios postales, se imprimieron 17 emisiones en papel barrilete.

Postal de posta

¿Acaso anda precisando una de aquellas estampillas? Acérquese al almacén de barrio, que allí bien podrán proveerlo. Y, de paso, cañazo, contribuye con el impuesto. ¿Cómo? ¿No lo sabe? El dinero recaudado por la venta de las estampillas de Pipet iba derechito al establo, pues con él se compraban los caballos para las viejas y conocidas postas. ¡Y pensar que a don Matías Pipet se le había dado por el pan! Menos mal que don Coni golpeó a su puerta, y que la vida le concedió el existir suficiente como para ver circular su obra de principio a fin. Cuando las estampillas de Ceres quedaron fueron de circulación, poca hilo quedaba en el carretel de nuestro protagonista.

Matías Pipet murió en 1886, a los 60 años de edad, y dejando un sin igual grabado en la historia postal nacional. Filatelistas, agradecidos.