Menhires, el misterio desterrado

FOTOTECA

Símbolos ceremoniales de la cultura Tafí, los desterrados menhires perdieron la pista de su historia en su largo trajinar. Pase y descubra.

Que el legado de los pueblos originarios es un tesoro al que no le hacemos la vista gorda, vaya que no es novedad. Su sabiduría, su vida comunitaria y su cosmovisión son, más que mitos o prácticas retrogradas, un guante digno de recoger. Pero… ¿qué pasa cuando las pistas se pierden en el camino?, ¿cuando la mano del hombre obra de manera equivocada sobre el patrimonio? Desterrados de su original emplazamiento, y así de su más arraigado significado, los menhires de la cultura Tafí son uno de los misterios mejores guardados de la provincia de Tucumán.

Huella fecunda

Ocupando un espacio que les fue propio, que respondía a otras coordenadas ideológicas, los menhires sustentaron creencias. No las de hace un par de siglos; sino las de hace nada menos que 2000 años. Así pues, los también llamados “piedras paradas” por los pobladores del Valle de Tafí, tienen para contar tanto como callan. Obra de una de las –se cree– primeras tribus alfareras del noroeste argentino (las cuales datan del año 820 a.C.), los menhires simbolizan lo que su morfología fálica alegoriza: fertilidad y fecundidad. Aunque, tras bambalinas del asunto, también asome la noción de comunidad, pues se estima que los padres de estas pedregosas criaturas debieron trabajar en conjunto durante largo y tendido tiempo, al carecer de metalurgia y herramientas como las hoy existentes para trabajar la piedra.

Despiste

Claro que para muestra del esfuerzo que los menhires conllevaron, bien vale un impresionante dato como botón: algunos de ellos miden hasta tres metros de longitud y pesan unas cuatro toneladas. Lo que se dice, verdaderas moles que nada tienen de sosera, pues se destacan en ellas diferentes bajorrelieves que figuran desde rostros humanos y animales hasta figuras geométricas o completamente indefinidas. Cierto es que no faltan los menhires lisos, los cuales, se estima, han estado pintados con motivos perdidos en el tiempo, a manos del desgaste más también del desdén, de la desidia. Y aquí es donde comienza el despiste, la reconstrucción imposible ante un camino que ya no puede ser desandado. ¿Acaso los menhires tenían alguna finalidad ceremonial determinada? Suposiciones abundan pero certezas ni tantas. Pues todas las piezas han sido arrancadas de sus emplazamientos originales, y sin relevamiento previo.

Como bola sin manija

Veamos. Algunos menhires han sido saqueados, y hasta se ha trasladado uno de ellos al parque 9 de Julio en la capital provincial. Corría entonces el año 1915, y más de medio siglo después las decisiones no reportaron mayor lucidez. En 1977, el militar Antonio Bussi, como interventor de facto en la provincia, creó el “Parque de los menhires” en la denominada loma de la Angostura, en el ingreso al Valle de Tafí. El caso es que, sin intervención arqueológica de por medio, las piezas tan simplemente se concentraron de  pie; más sin criterio alguno. Y la danza no terminaría allí, pues restaba aún, hasta el momento, última mudanza. Aquella que, aún lejos de reparar el destierro, al menos implica una mejor protección.

 

Allá por el año 2002, el Gobierno Provincial, la Universidad Nacional de Tucumán, la Dirección Nacional de Arqueología y la Comisión Nacional de Museos y Lugares Históricos, junto a la Asociación Civil Menhires del Valle de Tafí, unieron sus esfuerzos en una misma cruzada: el rescate arqueológico de los menhires. ¿El objetivo final? Trasladar las piezas al predio de “la Sala”, frente a la plaza principal del pueblo de El Mollar. Fácil y público acceso a un patrimonio cuyo tabú no estima mayores revelaciones; más las mejores condiciones ambientales y dedicada conservación ofrecen, al menos, una grata disculpa a la memoria de sus creadores.