¿Será que aún conserva alguna prenda de esas que pasan de generación en generación? ¿Acaso, usted, paisana amiga, no le huye a los batidos? No se preocupe, en su honor es que, con aires tan nostálgicos como vintage, evocamos los viejos gritos de la moda nacional. De los ’40 a los ’80, un recorrido sin desperdicio.
Años ’40 y ‘50
Si algo caracterizaba a la moda de estas décadas fue, sin duda alguna, el sello artesanal de sus ropas. ¡Nada como recurrir al conocido sastre del barrio! Si es que alguna tía no contaba con una máquina de coser a pedal. Y para los más fifís, las casas de alta costura.
Ahora bien, ¿dé que iban las prendas para entonces? Para las mujeres, la femineidad en su máxima expresión. Las faldas plato salían como piña, y más tarde, en su antítesis –cuándo no–, las faldas tipo cigarro: ajustadísimas polleras cuyo largo apenas superaba la rodilla, al tiempo que destacaba la silueta de su fémina portadora.
Para los hombres, ambos de saco derecho o trajes de estilo inglés cruzado. Éstos últimos, con sus infaltables hombreras.
Años ‘60
En esta década comienza la tendencia de la ropa lista para usar. Adiós a las creaciones caseras y a las modistas. Con la propuesta prêt-à-porter a la cabeza, surgen las primeras boutiques femeninas. Sí, en la tradicionalísima avenida Santa Fe. Aunque no de puro tradicionalismo fue el asunto en la vidrieras.
Mediaban los años ’60 cuando el movimiento hippie hacía su desembarco en la sociedad estadounidense, y con él, su inconfundible estilo de indumentaria. Cierto es aquí que no prendió en demasía, pero que hubo amantes de su moda, los hubo. Vestimentas étnicas del tipo hindú o marroquí, prendas estampadas o bordadas, y hasta coronitas de flores, en el caso de las mujeres, fueron de la partida. Mientras que las largas melenas no distinguieron sexo: se estiló tantos en damas como en caballeros.
Sin embargo, aún restaba otra aparición capaz de romper con todo lo conocido hasta entonces, y lo hizo con controversia incluida: la minifalda. ¡Al diablo con los pudores! Sobre todo, para las jovencitas que la adoptaron. Sin embargo, el reinado de la mini tendría sus días contados. Un año después de su arribo a la Argentina, en 1967, su misma creadora lanzó la maxifalda, una pollera que llegaba los tobillos, y que tuvo eco en suelo nacional hasta iniciados los ’70.
¿Qué había de las cabezas femeninas? Las melenitas con batido en la parte superior eran furor.
Años ‘70
Alguna que otra blusa hippie aún ocupaba el guardarropa femenino, al tiempo que las mini seguían dando batalla. Sin embargo, si de audacia se trataba, a los setentosos hot pants no hubo con qué darles. Brevísimos en su extensión, solían ir acompañados de cinturones de cuero. Claro que el invierno no era impedimento para ellos: unas botas largas y un maxi tapado eran sus ideales compañeros.
Por su parte, para las detractoras de los hot pants, la moda de los ’70 hizo alarde de sus patas de elefante. Nacían entonces los pantalones de botamanga ancha, estilo Oxford, confeccionados en telas livianas, también elegidos por los hombres. Ellos los acompañaban con mocasines; mientras que ellas lo hacían con elevadas plataformas. ¡Cómo no recordar los altísimos zuecos de la época! Caminar sobre ellos sí que requería su práctica…
¿Más prendas aptas para ambos sexos? Un clásico de los clásicos: ¡el pantalón de jean! Definitivamente, llegaba para quedarse, así como la tendencia de la ropa unisex: a los pantalones se sumaban las camisas, los sewaters y hasta los jardineros de jean, sólo para muchachos audaces. Mientras que los hombres más clásicos seguían la moda más convencional: sacos de hombros angostos y solapas anchas eran perfectos aliados para las botamangas anchas de los Oxford.
Años ‘80
El jean sigue a pleno, gracias a su gaucha funcionalidad. Por lo que no sólo se lucía en pantalones y jardineros; sino en chalecos y camisas. Aunque la marca registrada de la ochentosa moda femenina no sería otra que las hombreras, presentes en blusas, sacos y tapados.
De la cintura para abajo, el bermudas por sobre la rodilla fue adoptado, incluso, por las mujeres. Al tiempo que los pantalones rectos, con un largo que apenas llegaba a los tobillos, también fueron tendencia. Sin embargo, la prenda más novedosa sería el jogging, y con toda su parafernalia a cuestas: mallas y remeras de algodón en intensos colores fluorescentes se acoplaron a él a la hora del gym y el deporte al aire libre. ¡Vaya equipo!
Vaya estilo el de los años ’80, pues si de algo se ha jactado su moda, fue de su escasa sobriedad: ¡imposible pasar desapercibido! Y las cabezas no se quedaron atrás: melenas salvajes, con puntas iluminadas, eran lo último de lo último. Bienvenidos eran el brushing y los reflejos.
¿Y ahora que me cuenta? Alguna coincidencia con un más cercano o lejano pasado no es mera coincidencia. La moda y sus ocurrencias bien saben hacer de las suyas con nuestra imagen, y a su merced nos acoplamos con el transcurrir de cada época. Felices lo que a ella se rinden sin prejuicio, y los que, sin mayores preocupaciones, le hacen la vista gorda. Con adeptos y detractores, la moda está, siempre está; preparada y lista, incluso, para volver. Y con esta veloz repasada, vaya si le hemos dado pista… ¡Después no diga que no le avisamos!