Navidad argentina, tradición a la orden

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Con un poquito de Europa y mucho de impronta nacional, la Navidad argentina es casi un ritual de fin de año. ¿Se suma a esta celebración?

Arbolito, pesebre, luces y muérdago. Lista la antesala; iniciada la víspera. La Navidad puede llegar, suceder, y, como todos los años, colmarnos con su aluvión de saludos, encuentros, corridas, compras, chin-chines y algún que otro fueguito al aire. Si es usted fiel soldado de estas filas, síganos en estas líneas.

 

Termómetro en mano

Nada de villancicos por estos lados. Pues, más que dulce navidad, por estos lados es saladita, saladita. Menudo sudor el que emanamos todas las Nochebuenas y el continuo 25. O treinta grados a la sombra, o el tenue frescor de alguna que otra fugaz pero contundente tormenta de verano. ¿Mesa adentro o mesa afuera? ¡Mesa afuera! Para que las primeras chispas de fuegos de artificio nos anuncien la llegada de la medianoche. La brisa, cálida. La mesa, fría. Sin repetir y sin soplar: matambre, ensalada rusa, vitel toné, pionono, ensalada Waldorf y demás semejantes componen el infaltable menú de la cena del 24. ¿Alguna que otra pavita? Tal vez. ¿Un poco de lechón? Quizá. ¿Riesgo de empacho y/o indigestión? Total.

 

Todos a la mesa

Cinco, diez, quince o veinte. Lo mismo da la cantidad. En todo caso, la mesa se extenderá con una única premisa: cena a la canasta. Cada cual aporta lo suyo, cada cual trae lo propio. De elaboración casera o rotisería, lo que vale es la intención. El repartir platos y gastos, sí, pero también el dar y recibir, el ofrecer y aceptar. He aquí el espíritu navideño, aquel que tampoco escapa a la memoria. ¡Qué tiempos aquellos, los de nuestras pretéritas generaciones! Y dado que todos tenemos algún vestigio de altamar en nuestro árbol genealógico, bienvenidas sean las delicias del invierno europeo. Eso sí, después del infaltable helado de postre. Porque sino la comida no baja, vio…

 

Cuenta regresiva

El pan dulce está puesto, las pasas de uva también. Turrones y garrapiñadas no pierden la ocasión de hacerse un lugar en la sobremesa; mientras que la sidra descansa en el balde con hielo. ¡Todo listo para descorchar! Si no fuera porque el reloj no marca aún las doce. La espera invita a la cuenta regresiva, a las ansias de los más chiquitos, que aguardan por la llegada de una acalorado Papá Noel, a las copas que comienzan a llenarse de burbujas para el momento culminante: cinco, cuatro, tres, dos… Besos, abrazos, deseos, regalos, rezos, agradecimientos, y todo cuanto lata en su corazón cabe en ese instante. La Navidad ha llegado, y con ella, los mejores sentimientos que cada uno es capaz de brindar.

 

A las corridas, con treinta grados a la sombra, con la mesa afuera o con la mesa adentro, sí; pero con la comunión a flor de piel, y los mejores augurios de paz y felicidad. Tenga usted unas felices fiestas…