Nueva pasión foodie: juntarse a comer con extraños por Noticias

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Mesas comunitarias o comer con extraños es una de las tendencias que pulpería Quilapán, entre otros restaurantes, está imponiendo.

El fenómeno en la Argentina y el mundo. A dónde ir.

Por Alejandra Zimmer

Hasta no hace mucho, el término “rave” describía solo un tipo de fiesta en la que grupos de personas se reunían a bailar música electrónica. En sus orígenes eran reuniones semiclandestinas realizadas en sótanos y fábricas abandonadas donde DJs ejecutaban música en vivo. Con el tiempo, las raves salieron a la luz del día (o de la noche) y se volvieron multitudinarias.

Justamente, desde hace algo más de cuatro años el término comenzó a aparecer vinculado a otro tipo de reuniones, de todo tipo, desde yoga hasta alimentación. Las “Food Raves” ya son populares en Europa y lentamente, se transforman en tendencia en Argentina. Se trata de un tipo de evento donde personas que no se conocen, se reúne a comer en distintas condiciones sin más intención que compartir sabores, olores, texturas y un buen momento. No son exóticos encuentros hedonistas, sino almuerzos o cenas con desconocidos o en los cuales la comida es el puente que une a gente apasionada por la buena cocina.

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Redes sociales

Una reducción de costos sumada a la necesidad de establecer nuevos lazos sociales está en la base de estas reuniones que cada vez son más populares en el mundo. Twitter y Facebook colaboran especialmente para crear comunidades online y organizar este tipo de eventos. Por ejemplo, Super Marmite es una red social con base en Francia en la que los usuarios postean el plato que tienen planeado preparar para su próxima comida, cuándo estará listo y la cantidad de porciones que tendrán disponibles. De esta manera invitan a otros miembros de esa comunidad para unírseles y comer juntos en sus casas.

Por otra parte, hay sitios de Internet que coordinan desde picnics en parques (incluido el picnic chic “Diner en blanc” que todos los años se realiza en París, el último convocado en los jardines del Palais Royal en mayo) hasta comidas más formales con desconocidos. “Eat with me” (“Come conmigo”), propone una idea sencilla: comer juntos y no solos. Se trata de buscar o crear eventos gastronómicos a los que pueden asistir personas que no se conocen. Lo distintivo del sitio es la posibilidad que le otorga a cada usuario de crear una comida abierta con condiciones muy específicas. Por ejemplo, un alemán que vive en Melbourne creó una comida abierta en su casa para encontrarse con otras personas que hablaran alemán y explicó el propósito de la cena abierta: conservar el lenguaje y las habilidades de cocina alemanas. Cada invitado tenía que traer algo de comida alemana y estaba prohibido hablar en inglés, francés o en otras lenguas que no fueran el alemán. El que estaba de acuerdo, tenía las puertas abiertas. El que no, que buscara otra comida.

Comunidad. Otra movida distinta son las mesas comunitarias. Existen en distintos restaurantes del mundo y también en Argentina, aunque todavía aquí el fenómeno no es masivo como en los Estados Unidos y Europa. “Comer con los demás comunica valores, potencia una comunidad, activa relaciones, promueve la solidaridad y la confianza dentro de un grupo y estimula vínculos de igualdad. Una mesa larga es una invitación a compartir en tiempo real con otro, es suponerse de algún modo en el mismo universo. Pero para ese salto mental y espiritual se requerirá algo más que Facebook. ¿La mesa comunitaria podría ser una vuelta de tuerca para mejorar la percepción del prójimo, para volvernos más próximos y humanos? Es un enigma que vale la pena poner a prueba”, reflexiona la socióloga y especialista en prensa gastronómica Carola Chaparro.

Dos restaurantes porteños -Cocu y Pulpería Quilapán- promocionan y se enorgullecen de su mesa comunitaria. Los franceses Anais Gasset y Morgan Chauvel, creadores de Cocu, en Palermo, aseguran que, desde el comienzo “en nuestra ‘boulangerie’ (panadería) tuvimos un espacio de mesa comunitaria que principalmente ocupan todos nuestros clientes extranjeros. Lo usan para trabajar en sus computadoras, pero también para compartir un momento de distensión y buena comida. Para nosotros, como franceses, es habitual tener este tipo de espacios y nos gusta la idea de traerlos a Buenos Aires, donde los porteños también los eligen”. En Pulpería Quilapán, de San Telmo, sus creadores, el también francés Gregoire y Tatiana buscan acercar “a los argentinos, mediante la interacción entre el productor y el consumidor, y mediante el intercambio de valores sociales, ecológicos y culturales. Acá se puede comer, comprar en el almacén de ramos generales, jugar juegos de mesa o al ping pong en nuestro patio. Reina el espíritu comunitario y por eso se proponen mesas acordes”.

 

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