Palito Ortega y el legado de la felicidad

FOTOTECA

Símbolo del clan artístico argentino, supo emerger con la mirada puesta siempre en el cumplimiento de su sueño.

Ramón Bautista Ortega, conocido por todos como Palito Ortega, comenzó vendiendo café a los artistas en el viejo canal 7, para que después de mirar de afuera, con “la ñata contra el vidrio”, como quien dice, haya alcanzado en el año 2013 un emotivo galardón: un Grammy honorario que corona su extensa dedicación a la música y la actuación.

La ambición te hace grande

Humilde de dinero pero cargado de ambiciones, supo estar en el momento justo en que el aprendizaje lo iba a conducir a la gloria y ni corto ni perezoso le pidió a un baterista que encontró en Canal 7 que le enseñara su arte. Recibió instrucción gratuita y prontamente se instaló en un escenario con su primer nombre artístico, que él quiso que fuera Neri Nelson pero que a su productor no le gustó. El apodo y luego nombre artístico de “Palito” le llegó como resultado de su extrema delgadez y optaron por combinarlo con su primer apellido.

La revolución musical

El club del clan fue el punto de partida con el que Palito Ortega empezó a encontrar un espacio. Allí compartió escenario con Leonardo Fabio, Leo Dan y Sandro, entre otros. El cantante de cara triste, con canciones muy alegres fue tomando protagonismo y llegaron a llamarlo “el rey”. Este equipo de cantantes constituyó una bisagra en el mundo musical de los años 60 que, hasta ese momento, estaba conquistado por cantantes norteamericanos. Muchos de los allí congregados son los que dieron lugar al llamado “Cine de cantantes”. Género tan particular cinematográfico que nació, tal vez, como consecuencia de una clara realidad: la gente los iba a ver, no a escuchar y el cine fue una manera de crear cierta permanencia en escena.

 “Yo voy a ser artista”: la satisfacción de un logro alcanzado

La mirada puesta en el fin fue en el caso de Palito Ortega, su principal y mejor impulso. Él recuerda hoy, con su trayectoria al hombro, las risas de su familia y amigos de la Tucumán natal cuando, con apenas 16 años les comunicó su decisión de ser artista. Y esa misma clara decisión es la que lo llevó a Buenos Aires y la que lo marcó cuando eligió a su esposa. Sabía que tenía una necesidad imperiosa de hogar, puesto que su madre los había abandonado cuando eran pequeños, y tras aquella búsqueda fue al momento de concretar su boda con Evangelina Salazar quien se convirtió en su complemento inseparable.

La felicidad es quizá, su más difundido corte musical y su gran legado. Fue vendedor de cubanitos, canillita y lustrabotas. Cafetero, ayudante de canal y finalmente artista. Actor y cantante. No solo intérprete, también Palito Ortega fue escritor. Tuvo un acotado pasaje por la política porque buscó desde ese lugar un cambio. “Yo tengo fe que todo cambiará” parece haber sido su lema y reflejo de esa esperanza intacta de quien puede contarlo porque lo vivió.

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