Pequeño manual del Chanta ilustrado

FOTOTECA

Infaltable ejemplar para toda biblioteca argentina. Una guía rápida sobre cómo detectar a un auténtico Chanta y no morir en el intento.

Chanta, chantapufi, atorrante… sinónimos que lo evoquen no le faltan. Tampoco escenarios para entrar en acción. Esta mezcla de sabelotodo, vago y charlatán hace acto de presencia en oficinas, bares, reuniones, comercios, fiestas… y la lista sigue. Cultor de la viveza criolla, vende buzones sin despreciar rubro alguno: gasista, plomero, taxista, vendedor y hasta político -especie de Chanta peligrosa si las hay-. Su sonrisa simpática es un arma infaltable a la hora de profesar su culto. ¿Cuál? El de proclamarse experto en cuestiones en las que es un ignorante. Así, el Chanta miente para zafar, negociar, sacar ventaja y aparentar lo que no es. Claro que no estamos ante un delincuente o gran estafador. No… El Chanta es el rey del chiquitaje. Ese que le permite desplegar un manual de procedimiento obvio; pero infalible. O casi. Pase, vea… ¡y no diga que no le avisamos!

Indicio nº 1: El éxito me persigue

¿Su interlocutor está cansado de tanto éxito? ¡Chanta a la vista! Sobre todo si tal fortuna es 100% involuntaria. El Chanta nunca tiene la culpa de que la suerte lo acompañe… ¡Es ella quien se empecina en seguirlo adonde vaya! Y si así no es, seguramente se trate de la madre naturaleza. Nuestro querido personaje es “naturalmente” ganador con las mujeres, dotado para los deportes, hacedor de los mejores negocios, hincha del equipo campeón y, por su puesto, está siempre donde debe estar.

Indicio nº 2: Billetera no mata galán

Nadie es capaz de aventajar el Chanta en temas de dinero. Si no se queda sin cambio, olvida su billetera en el auto o departamento, o no recuerda bien cómo hizo para llegar sin el vil metal. Pero siempre, siempre, se las arreglará para no pagar cuando sale a comer con amigos y familiares. Aunque no todo pasa por la distracción: el Chanta es tan guapo que, llueva, truene o relampaguee, nunca va a pagar ningún impuesto. Eso es para giles, y, se sabe, él es un vivo bárbaro.

Indicio nº 3: Para la dama y el caballero

Para el auténtico Chanta que se dedica a vender, todo te queda bien. Desde un pantalón cuyo potencial comprador logra -sudor y lágrimas mediante- a duras penas abotonar; hasta ese sweater cuyo largo alcanza las rodillas. “Esa tela cede” o “con los lavados el hilo se encoje” son las frases predilectas, según la ocasión. ¿Y si no del todo convencidos pedimos un talle más o uno menos? Allí aparece el infaltable y gentil: “Te lo debo, maestro”. Que en su versión vendedora femenina sería: “No me quedó linda, pero ese te va pintado”.

Indicio nº4: Todo un poeta

“Sos lo mejor que me pasó en la vida”, “Desde que te vi supe que eras la mujer de mis sueños”, “Quiero que seas la madre de mis hijos” y demás versos empalagosos dan cuenta de que el Chanta es un romántico incurable. Eso sí, si se lo llegase a pescar in fraganti, galanteando a otra señorita, o en plena situación más comprometedora aún, apelará a su infaltable frase de rigor: “No es lo que vos pensás”.

Indicio nº5: Macho fatal

Ganador total con las minas, todas se derriten por él sin que mueva un dedo. Y como es tan solidario con sus pares masculinos, comparte con ellos sus experiencias sin pudores. Claro que, ante tanta oferta, bienvenida la variedad: el Chanta tiene una mujer para cada día de la semana, y sus proezas amatorias son dignas de figurar en el Libro de los Record Guiness. Demás está decir que generosidad no le falta: sus consejos están siempre a la orden del día porque ya las vivió todas.

Indicio nº6: ¡No sabés lo que me pasó!

El Chanta intenta salvar su pellejo a como de lugar. Y si de zafar se trata, la imaginación no reconoce límites: “Me quedé con el auto”, “Se le acabó la batería al celular” y cuanta excusa más brote de su inventiva podrá ser utilizada. Cuando te encuentres con este personaje no te asombres de escuchar las historias más inverosímiles que involucran accidentes, desperfectos, secuestros, obstáculos insalvables y demás imponderables cotidianos.

Indicio nº 7: Chanta full time

El Chanta es una persona importante, o al menos eso demuestra. Se cansa de chapear su condición de hombre solicitado y afamado. No para de rechazar propuestas laborales y salidas para las que no tiene tiempo. ¿Y para las que sí tiene? Nada de reclamos, nuestro protagonista no está obligado a cumplir obligaciones. Que nadie lo apure, él manda.

Indicio nº 8: Un millón de amigos

Centro de todas las reuniones, este peculiar personaje tiene una vida social superpoblada: nada de conocidos ni compañeros. Todos son amigos. Y más íntimos serán cuando más importantes o famosos sean. Se jacta de haber conocido con ellos los mejores boliches, restaurantes y lugares de moda. Aunque, por supuesto, no le de el cuero para siquiera asomar a alguno.

Indicio nº 9: Haciendo patria

Como el país lo necesita, nuestro querido Chanta allí está. La política es lo suyo, aunque cambie de partido político como de camisa. La izquierda o derecha son extremos “reconciliables”. Y, rápido de reflejos como un bombero, no se pondrá colorado al explicar la inflación, la devaluación o cualquier fenómeno que a los economistas les lleva años comprender. Panqueque como pocos, cuando pierda por goleada las discusiones, estará pronto a abandonar una postura y militar por la otra. Todo sea por la república.

Indicio nº 10: La tiene atada

No sólo tiene autoridad para opinar sobre cualquier tema, sino que se autoproclama experto en diversas materias: el Chanta es mecánico, electricista, economista y todo cuanto oficio implique la circunstancia. Su veredicto es palabra santa: “Este arreglo no cuesta menos de 1000 mangos”, cuando sólo se trata de un pequeño cortocircuito. O; “Para arreglar esta pérdida hay que romper toda la pared”, cuando resulta que sólo es cuestión de emparchar un caño pinchado.

Ahora ya lo sabe, el Chanta puede acechar a la vuelta de cada esquina. Y aunque reconocible, parece de difícil extinción. Es que se trata de una criatura propia de la cultura popular argentina. Y, como tal, oficia un arte de difícil pero efectiva práctica: el de caer siempre, pero siempre bien parado.

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