En la campaña y en la ciudad; en la verde pampa, en el centro y el litoral. ¿Se le anima, usted, esta a danza nacional? Florecida allá por el siglo XIX, en pleno fervor patriótico e independentista, el pericón es pura tradición albiceleste. ¿Apenas por el color de los pañuelos que portan sus protagonistas (celeste para las damas, blanco para los caballeros)? Claro que no. Pase, lea y zambúllase en la historia de esta criatura musical rioplatense.
Juntos somos Pericón
¿De qué trata el Pericón? Es una danza de conjunto, de parejas sueltas pero relacionadas entre sí. Y he aquí la complejidad del asunto: para saltar a la pista, se necesitan, mínimamente, cuatro parejas. De allí que también sea conocido como “baile de cuatro”. ¿Por qué no dos? Porque serían insuficientes para ciertas figuras coreográficas. ¿Tres? Tampoco, las parejas siempre deben ser pares. Cuatro es el número base, hemos dicho; aunque lo más común sea el baile de ocho. Y créame que no son multitud, pues todo está perfectamente sincronizado: los protagonistas se disponen en dos filas, frente a frente, formando una calle entre ambas. Eso sí, cada uno con su pareja al lado, de modo que se ubiquen cuatro en cada fila. Y así comienza la numeración de duplas: las impares serán las que ofrezcan su costado izquierdo al público (uno, tres, cinco, siete); mientras que las pares permanecerán en la fila de enfrente, dando la derecha a los espectadores (dos, cuatro, seis, ocho). Ah, y el primero de cada fila siempre será un hombre; pues las damas se ubican a la derecha de sus compañeros. Todo claro hasta aquí, ¿verdad?…No me diga nada, se está preguntando por qué razón es que las parejas se numeran. Y déjeme decirle que no se trata de un detalle menor: el hombre de la pareja uno, el primero de la fila que se perfila de izquierda al público, será, nada menos, quien dirija la batuta. Sí, el llamado “bastonero”.
Al grito de ¡Aura!
Dos voces dos tiene el bastonero: la voz preventiva, aquella que indica el movimiento que ha de ejecutarse, y la voz ejecutiva, la cual determina el momento en que la figura anunciada debe ejecutarse: ¡Aura! Y métale nomás, porque cuando el bastonero emite este grito, a bailar se ha dicho. ¿Vio que le dije? ¡El bastonero es quien lleva la voz cantante! Y quien ha sabido marcar la diferencia entre el Pericón y su danza madre: el Cielito. Ocurre que la figura del bastonero surge ante el nacimiento de los Cielitos de muchas parejas. ¿Y a qué no sabe cómo se llamaba a este Don? Sí, “pericón”. De allí que nuestra danza protagonista haya sido, en sus comienzos, una variante “multitudinaria” del primitivo Cielito; motivo por el cual adquirió el mote de “cielo apericonado”. Sólo que, ante la tamaña importancia cobrada con el correr de los años, no tardaría en llegar la independencia definitiva. Nacía entonces el Pericón, con nombre propio y libre de filiaciones; tal como nuestra querida patria se encaminaba en su liberación.
P de Pericón, P de Podestá
El Pericón vivió el fervor patriótico de 1810 y toda aquella década; los años ’20, ’30 y ’40 de aquel siglo XIX, siendo estos últimos, aquellos en los que llegó al techo de su popularidad. Lo que siguió fue la consecuente curva descendente, hasta que el ocaso tocó la puerta allá por 1880. Sin embargo, no tardaría en gestarse su “operación rescate”, y nada menos que de la mano de dos viejos conocidos: los hermanos Podestá. ¿Los recuerda? De la mano de este “clan” uruguayo es que el Pericón gestaría su destino de Danza Nacional. ¿Qué como ha sucedido? Con el estreno de “Juan Moreira” ya consumado (¡cómo no llevar al escenario las andanzas de este controvertido gaucho!), corría el año 1890 cuando, por sugerencia del escritor y político uruguayo Elías Reguies, los Podestá realizaron una modificación crucial en aquella obra: cambiaron la danza del Gato por el Pericón. Guitarreada va, guitarreada viene, fue que los hermanos aprendieron el baile del bastonero, y tal fue el efecto contagio que provocó la inclusión de esta danza que otras compañías decidieron adoptarla en escena. ¡El Pericón volvía a recorrer la República! Le digo más, hasta incorporó nuevas figuras. Sin ir más lejos, el “pabellón”, figura creada por el propio José Podestá. Aunque en cuestiones de Pericón, el apellido seguiría dando que hablar: en el año 1900 y sobre las tablas del teatro de la Zarzuela, Antonio Podestá estrena un boceto lírico en un acto, titulado “Por María”. Y el Pericón de la quinta escena (de autoría del mismo Antonio) acabó por ser sensación: su ejecución orquestal fue reducida al piano por el músico Gaetano Grossi, versión que fue lanzada al público bajo el título de “Pericón por María” con agotadas ediciones.
¿Qué tan para arriba se nos fue el Pericón? Promediando la primera década del siglo XX, nuestra danza protagonista ya frecuentaba los salones aristocráticos de Buenos Aires. Desde entonces, sería música de importación de numerosas ciudades Sudamericanas. Allí donde supo amoldarse a las propias costumbres y tradiciones de sus pagos adoptivos. Sin embargo, la raíz del Pericón siempre ha de permanecer inalterable : su alma rioplatense es, acaso, aquella esencia que no mutará jamás.