La Pulpería Quilapán es un nuevo espacio para saborear comidas criollas, nacido de la mano de un francés cautivado por el terruño argentino. Gregoire Fabre viajó por todo el país buscando esos pequeños productores artesanales escondidos en las ferias, exposiciones y chacras de cada provincia, para traer cerveza del Chañar de San Luis, licor de Algarroba del Valle de Traslasierra, salame del Tigre, quesos de Suipacha. “La selección de productos se basa en su valor ecológico, social, y cultural, así cumple con respetar al medioambiente, al hombre y a su patrimonio”, explica Fabre.
¿Cómo funciona La Pulpería? es una red que permite redescubrir la gastronomía y el patrimonio argentino a través de un Bar, un Almacén y un Club Social. Así, se pueden degustar buenos licores regionales, cervezas artesanales, vinos pateros, quesos y fiambres criollos, empanadas de varias provincias, platos regionales al horno de barro. Pero también, disfrutar este espacio de encuentro entre vecinos, turistas y visitantes.
En el almacén, 400 productos argentinos de gran riqueza social, ecológica y cultural, con descripciones y un perfil de cada productor. El Club Social Pulpero, por su parte, está abierto a actividades sociales, intercambios de ideas, y debates culturales.
Instalada en una gran casona histórica de estilo colonial en San Telmo, la Pulpería tiene dos patios anchos, ladrillos a la vista, una chacrita y un jardín. También aprovecha los recursos naturales: un techo verde asegura la aislación térmica y sirve como parque para sus gallinas y conejos, alimentados con desechos verdes de la cocina. Como curiosidad, se volvió a poner en marcha una cisterna de 1860, que recupera el agua de lluvia y la usa para los depósitos de los inodoros, el riego, y las canillas de servicio.
El agua se calienta con el sol por medio de un calentador solar colocado en el techo de la cocina. Se hizo una perforación a 60 metros, para llegar a una napa subterránea de agua potable, que se manda a la pileta de cría de peces autóctonos y a la máquina de soda.
Todos los desechos cloacales de la Pulpería se van a un biodigestor, antes de salir a la red de desagües de la ciudad. La cocina cuenta con una hornalla solar.
La pulpería también es un museo vivo de la cultura argentina: en todos los ambientes hay recortes de diarios, fotografías antiguas, grabados, pianola, gramófono, televisores a válvulas, discos de pasta. “Tenemos la primer cocina eléctrica Argentina y la primer heladera que llegó al país desde EEUU”, señalaGregoire Fabre. Y agrega: “En la biblioteca, una selección excepcional de libros de historia, arquitectura, agricultura, folklore y gastronomía nacional. En nuestras vitrinas se muestran monedas viejas, fragmentos de botellas, joyas, pipas, juguetes rotos y estribos encontradas por un equipo de arqueólogos en el proceso de restauración de la casa.”
Pulpería Quilapán, en San Telmo. Un puente entre el campo y la ciudad, unido por la historia y rescatado por la pasión de un francés apasionado por las Pampas.