Dicen que desde el lado desde el que se cuenta la historia las perspectivas pueden variar mucho y podríamos afirmar que con la funcionalidad de la reja de pulpería sucede algo semejante. Toda pulpería que se preciara de tal tenía sobre el mostrador una reja de barrotes gruesos que se presentaba como elemento de protección. Puede que se vea aún hoy alguna antigua pulpería y que no tenga justamente la característica reja. Lo cierto es que esa diferencia permitirá precisar cuál es la auténtica pulpería ciudadana de la pulpería de campiña. Es en esta última donde la reja se implementó porque los gauchos más matreros, con facón en mano solían apremiar a los pulperos y hacerlos pasar malos ratos.
¿Amigo o enemigo?
Dice la historia oficial que la reja de pulpería se instauró para que el pulpero pudiera protegerse de los gauchos malechores y de los parroquianos ebrios que tras ahogarse en el alcohol solían, entre otras cosas, revolear las jarras cerámicas donde el vino se había alojado. Sin embargo, al observar la historia de otros pulperos como la que se narra en El Martín Fierro, nos vemos obligados a pensar que la reja de pulpería podía tener también otros fines. Pulperos habilidosos, aprovechados y ladinos se daban aire de compasivos pero aprovechaban la ocasión, teniendo la reja delante de sacar un buen partido, extorsionando gauchos por las cuentas atrasadas. La reja de pulpería era el vehículo de transmisión de los más variados productos que una pulpería pudiera tener y cuando la venta se alcanzaba, engordaba la libreta del pulpero con deudas que poco honestamente luego se reclamaban y con creces.
La filosofía de la reja de pulpería
Cuando se habla de reja no se puede evitar la comparación de la reja de pulpería con los barrotes de la prisión. Era, tal vez, una advertencia muda, para que los parroquianos regularan su comportamiento y analizaran esa ausencia de libertad. O es también el sorprendente hecho de ser la marca del encuentro, del buen beber y de la compañía que toda pulpería que se preciara de tal debía ser capaz de matizar.
¡Ah, pulpero habilidoso! Nada le solía faltar. ¡Ahijuna!, para tragar Tenía un buche de ñandú; La gente le dio en llamar -El boliche de virtú.- |
Sacaron unos sus prendas, Que las tenían empeñadas; Por sus deudas atrasadas Dieron otros el dinero; Al fin de fiesta el pulpero Se quedó con la mascada. |
Cap. IV. El gaucho Martín Fierro de José Hernández