Rey después de las Nueve Reinas

FOTOTECA

Con paciencia y sin atropellos, Ricardo Darín cambió la piel de galán de TV por la de actor de prestigio mundial.

Haber abandonado la escuela secundaria para seguir su vocación fue un gran acierto en el caso del actor Ricardo Darín. Su inclinación autodidacta no sólo compensó esa carencia, sino que además impulsó una comprometida búsqueda de crecimiento en el campo de la actuación, que dio como resultado un actor de talla grande, reconocido nacional e internacionalmente.

El imperio de los sentidos

Intuición, observación, carisma y naturales dones artísticos le bastaron a Ricardo Alberto Darín para llegar muy lejos. “Nunca asistí a ningún taller, seminario ni escuela de teatro”, afirmó en uno de sus numerosos reportajes, donde también aseguró que su formación estuvo basada en la capacidad sensorial. Sumado a una simpatía innata que, seguramente, le habrá allanado el camino de las relaciones laborales. Quizás su proeza más grande haya sido saber disimularla en sus roles dramáticos de cine y capitalizarla en comedias de TV.

Actor todo terreno

Nacido en Buenos Aires hace 57 veranos, la prolija carrera de Darín podría resumirse en tres pilares –el teatro, la televisión y el cine– que supo recorrer sabiamente, sin apuros ni tropiezos. Debutó en teatro durante su niñez, en una obra que interpretó junto a sus padres. En los ’80, se lanzó a las series televisivas de Alberto Migré, que solían tener un correlato en las tablas. Su mayor éxito en la pantalla chica fue años más tarde, en el unitario Mi cuñado, junto a Luis Brandoni.

Camino al Oscar

Su experiencia cinematográfica comenzó en 1968, con La Culpa. Tal fue el inicio de una seguidilla de protagónicos en películas de calidad y buenos libretos, hasta su consagración en Nueve Reinas, donde por primera vez pudo separarse de la categoría de galán. En el teatro, su mayor reconocimiento fue durante los cinco años ininterrumpidos de la obra Art en Argentina, luego expuesta en España. ¿Qué más podía pedir, a esa altura, el respetadísimo Ricardo Darín? Tal vez, trascender fronteras. A pesar de pregonar un bajo perfil, su actuación en El hijo de la novia (2001), nominada al Oscar como mejor película extranjera, lo impulsó internacionalmente de la mano del director Juan José Campanella. En 2010 llegó el premio para la inolvidable El secreto de sus ojos, convirtiéndose en el segundo film argentino premiado con dicho galardón.

Muchas teorías pueden esbozarse sobre la causa de su éxito en un país donde pocos actores son verdaderamente destacados. Su carácter directo, jocoso y accesible, sumado a una enorme sensibilidad artística, han resultado en una fórmula infalible. Con justa causa, cada vez que se anuncia una nueva obra de Darín, su nombre basta para agotar entradas.

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