Riachuelo, de la pesadilla a la realidad

FOTOTECA

Despertando de sus peores años de contaminación y desidia, un Riachuelo más saludable es esa realidad cada vez menos ilusoria.

 

Una superficie de 2.400 km2, un ancho de 35 km2 y una longitud media de 75km2. ¿Qué si hablamos de un territorio? Más que un río, el Riachuelo es cosa de todos. Sí, no solo de muchos (los 14 municipios bonaerenses y cuatro comunas porteñas que atraviesa a lo largo de su recorrido). Pues la llamada cuenca Matanza-Riachuelo (sus aguas nacen en el partido de Cañuelas, con el nombre de río Matanza, y desembocan en el Río de la Plata) excede a las propias márgenes. No solo se trata de las innumerables familias que viven en sus barrancas; sino de la población que, aún sin estar a la vera, se ven afectadas por su hediondo caudal. Aproximadamente, más de ocho millones de personas en total. Sin contar a las diversas especies de flora y fauna residentes en las 12 áreas de protección ambiental que involucrada la cuenca. Razones suficientes que para que el Riachuelo goce de buena salud, ¿verdad? Sin embargo, se trata de la región más afectada a nivel ambiental y social en Argentina; y una de las diez más contaminadas del planeta. Por lo que vaya si precisa de una mano colectiva. Concientización mediante, desde estos lares extendemos la propia.

Un poco de historia

Corría el mes de febrero de 1860 cuando el Gobierno Nacional prohibía, decreto mediante, que se arrojara basura a las aguas de Riachuelo. Y más que un llamado de atención a la población común, fue aquello un tirón de orejas a los saladeros, quienes vertían allí los desperdicios de la faena. Sin embargo, aún 10 años después, funcionaban en el barrio de Barracas alrededor de 20 saladeros cuya mayor parte de desechos iban a parar derechito al lecho del Riachuelo. Aquel que, por cierto, de tan poco profundo, acababa por ser un arma sumamente dañina para el medio ambiente. Y lo cierto es que de los años ’70 fue preciso llegar al 2007 para que la Ley vuelva a ejercer peso sobre el asunto. O, al menos, a tomar cartas en ella. En dicho año, el Congreso Nacional emitió la sanción que dio origen a ACUMAR (Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo), con influencia sobre todos los municipios afectados y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y aunque aquello ha constituido un gran paso en materia de obras y acciones, el Riachuelo siguió representando un alerta rojo para el desarrollo de la vida en todos sus reinos. Seres humanos, fauna y flora continuaron viéndoselas duro. Por lo que los vecinos también se hicieron cargo de la batuta.

Causa común

Ya en el año 2004, vecinos de aquí y de allá, tanto de la Provincia como de la Ciudad, presentaron una acción judicial reclamando daños y perjuicios a raíz de la contaminación de la cuenca. Se inició entonces un juicio conocido como “Causa Mendoza” (en alusión a Beatriz Mendoza, la vecina que encabezó la movida). Y fecunda fue la iniciativa, en tanto el 8 de junio de 2008, la Corte Suprema falló a favor de los vecinos. De modo que, ya habiéndose constituido ACUMAR un año antes, Provincia y Ciudad de Buenos Aires se vieron ordenadas a: mejorar la calidad de vida de los habitantes de la cuenca, recomponer el ambiente en todos sus componentes (agua, aire y suelo) y prevenir daños futuros. Así pues, desde 2012, se considera al 8 de julio “Día de la Acción Ambiental por la Cuenca Matanza Riachuelo”, sancionado por ley por la Legislatura porteña.

Puesta en marcha

Así la historia, saneamiento, control industrial, planificación territorial y manejo de inundaciones se convirtieron en las cuatro patas de un proyecto sin fecha de vencimiento (¿cuánto tiempo hará falta para recuperar totalmente la cuenca Matanza-Riachuelo y su entorno?). Pero con un intenso y prometedor principio. Desde lo más chiquito y cortoplacista, hasta lo más planificado y de sostenido desarrollo. Desde la coordinación y ejecución  de limpieza y recolección diferenciada en la margen capitalina del río, una tarea del día a día, hasta la más ambiciosa construcción del Sistema Riachuelo. Un sistema de saneamiento complementario al que actualmente ofrece AySA (Agua y Saneamientos Argentinos). ¿Sus concretos planes ya puestos en marcha? Un mega colector cloacal subterráneo en la margen izquierda río (en pos de transportar efluentes provenientes de la ciudad e interceptar los conductos pluviales y arroyos confluyentes), una planta de  pre-tratamiento de las aguas y sus componentes, un emisario subacuático en el Río de la Plata para conducir lo efluentes ya pre-tratados, redes cloacales y de agua potable para barrios vulnerables de la Ciudad y Provincia, además de la construcción de un parque industrial curtidor para pequeñas y medianas empresas de curtiembre con mínimo impacto ambiental.

Esperanzador por donde se lo lea, sí. Aunque la historia y sus desidias, cuando no son reveces, han hecho flaquear toda ilusión hasta convertirla en utopía. Sin embargo, lejos de ser un “no lugar”, el Riachuelo está. Lo viven millones de personas, lo resiste la siempre amenazada biodiversidad. Por lo que más que un voto de fe, bien vale un granito de arena; el calor de la acción por el que una semilla no puede dar sus frutos sino tras el tiempo que para ello precisa. Una lucha menos para las generaciones futuras; aunque, sin dudas, una lección más. De esas que sí vale la pena aprender. En este tiempo presente, no queda más que emprender. Y, a todo orgullo, en esas andamos.