Durante años, y haciéndose eco de una denominación instalada durante la colonización occidental de fines del siglo XIX, los manuales escolares los llamaron “Onas”. Sin embargo, los selk’nam, quienes en verdad fueron, dejarían en su tierra una huella mucho más profunda que la de un nombre difuso. Habitantes de casi toda la provincia de Tierra del Fuego, con excepción de la península Mitre, no se sabe exactamente cuando llegaron (se cree que lo hicieron a pie, tras la caza de guanacos, cuando la isla estaba unida aún al continente). Sin embargo, sí se sabe cuando se extinguieron. E, incluso, el modesto tiempo que en, sin quererlo ni forzarlo, se evaporaron del mapa tal y como lo habitaban: apenas 50 años. Tan solo medio siglo para un pueblo que acusaba cerca 12 mil años de supervivencia a modos y costumbres propias, para aculturarlo en desprecio de sus formas. Y que, lejos de nuestra antítesis, comparte paradigmas con la sociedad del mundo actual.
Nosotros, los Selk’nam
Cazaban guanacos, sí, más también recolectaban raíces y frutas silvestres. Su núcleo social era la familia, conformada por línea paterna en tanto también se establecía de forma patrilocal (cada pareja habría de vivir con la familia del marido). Y dicha noción de pertenencia se establecía incluso a nivel territorial, pues cada grupo familiar vivía dentro de un territorio o haruwen con límites preestablecidos y respetados, en tanto solo se permitían parientes que estuvieran ligados por sangre, linaje o matrimonio. Todos cuantos pertenecían a un mismo “cielo”, pues cada haruwen tenía el propio. ¿Qué si todos tenían derecho a él? Así en la tierra como en el cielo, sí. Pues la sociedad de los Selk’nam no era piramidal, sino que procuraba el acceso de cada grupo familiar tanto a la alimentación como a la vivienda y vestimenta. Cada cual con lo suyo; más todo disponible para todos. Por lo que el prestigio del que gozaban algunos poco tenía que ver con las posesiones materiales; sino con el respeto que infundía su valor diferencial: los contactos con los “cielos” que podían establecer los chamanes, la experiencia de los guerreros en su madurez y la cualidad profética de los sabios, amos de las tradiciones mitológicas. Aquellas que, por cierto, no constituían un hecho menor para los Selk’nam.
Mito y realidad
De acuerdo a la cosmovisión selk’nam, había existido un tiempo mítico en que las mujeres gobernaban a los hombres: los obligaban a cazar, proveer lo necesario, ocuparse de los niños y también de las tareas domésticas. Sometidos ante el terror que les provocaba Xalpen, el espíritu femenino, tal aparición no era más que la de las propias mujeres disfrazadas. Al menos durante el tiempo en que aquello fue posible, pues una rebelión masculina habría de poner fin a aquella dominación. Abatidas todas las mujeres, no quedaron sino los hombres, jóvenes, niños y niñas inocentes. Sin embargo, era preciso conservar dicha superioridad masculina antes de dichas niñas crecieran. Fue aquel el nacimiento de una sociedad secreta en la llamada Gran Choza o Hain, aquella de la excluirían para siempre a las mujeres y en la que los Selk’nam se ocuparían de iniciar a los jóvenes para ser parte de los cazadores adultos. Así, durante la ceremonia del Hain surgían ante los novatos los espíritus más temidos, quienes, así como en el mitológico pasado de dominación femenina, no eran más que hombres disfrazados: sus cuerpos desnudos y pintados, sus rostros cubiertos por vistosas máscaras. Superado el miedo y conocida la verdad, ya no habría temor. Los jóvenes eran parte del Gran Secreto, sí, más les restaña aún una serie de pruebas físicas a partir de las que reafirmar su dominante masculinidad.
Por siempre Selk’nam
Así y solo así, con sus creencias y convicciones, con su organización social y sentido de pertenencia, los Selk’man perduraron prácticamente durante su longeva y afianzada estancia en suelo nacional. Claro que para entonces no lo era. Ni argentina ni chilena. No, la Tierra del Fuego era tierra fundamentalmente selk’nam. Pero las divisiones políticas, la labor de misioneros, el reparto de tierras en manos de estancieros, hicieron de las suyas. Constituyeron una avanzada colonialista sin vinculación, negociaciones ni mesura de por medio. A las muertes por matanza se sumaron aquellas producto de la reclusión, por las enfermedades devenidas de los cambios en su dieta alimentaria y demás desatenciones. Sin embargo, la voz de los Selk’man, así como su historia toda, vaya si continúa. “Yikwa ni Selk´nam.
Nosotros somos los Selk´nam” es un documental que relata los inicios del mundo tal y como lo concibió este pueblo a través de las leyendas propias de sus sagradas creencias.
Porque no somos ni tan diferentes ni tan iguales, porque nos subyace ante todo la misma condición humana y porque la configuración de su comportamiento social vaya si encuentra aristas comunes, compartidas, vaya si vale la pena recordarlos. Vaya si los Selk’man aún siguen de pie.