Si lo suyo es payada, truco y algún trago que haga arder su garganta, las pulperías lo esperan en la ciudad y en la campaña; pero si de morfi va el tema, vaya enfilando pa’ la fonda de los Tres Reyes, que tiene fama y de la buena: ¿impecables manteles?, ¿sofisticados platos? Nada de eso. Apenas una clientela estelar, digna de todo manual escolar. ¿Gusta de entrar?
A la mesa de los Tres Reyes
Calle Santo Cristo (actual 25 de Mayo), frente a la Plaza Mayor y a pasitos del mismísimo fuerte de Buenos Aires. ¿Cómo no habría de pasar por su mesa cuanto acontecimiento político se suscitara en la ciudad? Y ni le digo de sus protagonistas…Es que aquí se han producido encuentros de esos con los que la pluma de cualquier historiador podría hacerse un festín. Aunque, sin dudas, quien tenía espectáculo asegurado era Juan Bonfiglio, el tano que regenteaba el boliche. Todo pasaba delante de sus narices, y de las de la buena moza de su hija, la mesera del lugar. ¿Ya se decidió por algún plato? Mire que no hay tantísima variedad. Eso sí, los huevos con carne de cerdo salen como piña. Tal vez un guiso de mondongo o porotos, un puchero, algún que otro trozo de carne recocida…y paremos de contar. ¿Para tomar? Parece que aquí sirven el ya extinguido vino Carlón, pequeños gustos que uno se da por viajar hacia el 1800, vio. En fin, sencillito y cumplidor resultó ser el lugar. Al decir de su propio dueño, familiar y acogedor, a la altura de los comensales que ofrece una gran ciudad como Buenos Aires. Para muestra nomás, empiece a relojear la puerta: alcaldes, oficiales…y algún que otro muchachón de no tan buena reputación cruzan el umbral de los Tres Reyes. Con decirle que el contrabando es asunto de conversación recurrente por aquí: funcionarios y comerciantes tejen cada chanchullo que ni le digo. Eso sí, por las dudas, hágase el discreto con lo que dice y oye… ¡También frecuentan espías! ¿Le suena James Florence Burke? Se trata de un espía británico que, dicen, se alojó aquí en el año 1809. Y hasta parece que se sentó a la mesa con el mismísimo Juan José Castelli, parroquiano de inconfundible presencia: si el aire se viciaba de humo, allí estaba Castelli con sus cigarros gruesos. Claro que Burke no fue el único británico que anduvo por estos lares. Y ya entenderá por qué se lo digo.
Con acento inglés
¿Vio cuantas casacas rojas coparon el lugar? Son los oficiales del regimiento 71. Sí, sí, las Invasiones Inglesas han llegado también a la fonda de Los Tres Reyes. Pues parece que los uniformados se han vuelto habitués del lugar. Eso sí, nada de bombardeos a la vista. La Reconquista de Buenos Aires es un hecho, así que estos muchachotes ya han tirado la toalla, no son más que invasores vencidos… y agradecidos. ¡Cómo no serlo! Si Don Bonfiglio fue tan condescendiente con los ingleses prisioneros, que hasta les dio asilo, comida y dinero. Es que los británicos llevaban ya su buen tiempo frecuentando la fonda. Todo comenzó en junio de 1806, con la invasión ya consumada: “Después de asegurar nuestras armas, instalar guardias y examinar varias partes de la ciudad, los más de nosotros fuimos compelidos a ir a buscar algún refrigerio. Había muchos guías prontos a nuestro servicio para conducirnos, entre una cantidad de changadores haraganes que importunaban numerosos por las calles. Nos guiaron a la fonda de los Tres Reyes (…) Una comida de tocino y huevos fue todo lo que nos pudieron dar, pues cada familia consume sus compras de la mañana en la misma tarde, y los mercados se cierran muy temprano.” Así lo sentenció el relato de Alexander Gillespie, un oficial inglés que contó con los servicios de “traductor” de un criollo: el civil Ulpiano Barreda, quien había residido en Inglaterra. Y el testimonio de Gillespie no termina allí… “A la misma mesa se sentaban muchos oficiales españoles con quien pocas horas antes habíamos combatido, convertidos ahora en prisioneros con la toma de la ciudad, y que se regalaban con la misma comida que nosotros”. ¿Qué tal? Sin embargo, quien pareció no estar a gusto con los forasteros fue la muchacha que servía a las mesas: “una hermosa joven que servía a los dos grupos, miró fijamente a los españoles diciéndoles en un tono claro para que todos la oyeran: desearía, caballeros, que nos hubiesen informado más pronto de sus cobardes intenciones de rendir Buenos Aires, pues apostaría mi vida que, de haberlo sabido, las mujeres nos habríamos levantado unánimemente y rechazado a los ingleses a pedradas.” Tomá mate. Otra que la pulpera Martina de Céspedes…
Y mire si aún quedaban sucesos por merodear a Don Bonfiglio y su local, si aún restaban bocas ilustres por alimentar. La fonda de los Tres Reyes habría de atestiguar la Revolución de Mayo, los ecos de la Independencia declarada en Tucumán, las disputas entre unitarios y federales, el triunfo del federalismo…y más. Pipona de historias, y argentinas, la ilustre fonda de los Tres Reyes cerró sus puertas el 20 de Abril de 1830, cuando el Brigadier Juan Manuel de Rosas llevaba ya las riendas de Buenos Aires. Para entonces, el boliche cambió de dueño y nombre; aunque habiendo ya estampado su generosa presencia en el inventario de acontecimientos nacionales.