Tute cabrero, tutti a jugar

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Originario de Italia y nacionalizado español, el tute cruzó el charco y sacó ciudadanía argenta. Pase, juegue y gane. Si puede…

Tano hasta la médula, su nombre lo dice todo, y en el más literal de los sentidos. “Tute” viene de “tutti”. Sí, miembros de la nobleza italiana, pelotones de soldados –quienes extendieron la práctica a territorio español– y cuanto don y doña se hicieran adeptos a la baraja. “Tutti”, sí, todos. También los reyes, caballeros y sotas. Pues el tute se juega con el mazo 40 cartas. De modo que nadie, ya sea de carne y hueso o papel, se pierde la partida. Pares o impares; de a dos, de a tres, de a cuatro, cinco o seis… a jugar se ha dicho.

 

Le pinta el palo

Sumar puntos. Ese es el quid del tute. Claro que hay un cómo, y del azar mucho depende. Aunque, para compasión de los que nunca ligan ha nacido el tute cabrero: la versión nacional del tute. Así pues, por estos pagos, el que poco suma también gana. ¡Segundos afuera! Y si más de un jugador le sigue al primero, pues ambos serán perdedores. Ya ve usted, no siempre vale tener un as bajo la manga. Aunque si tiene unos cuantos, seguro saldrá ganado. O casi… Ocurre que cada ronda tiene un palo de triunfo. Como se dice, un palo que pinta, y la primerísima clave a la hora de jugar al tute pasa seguir al palo. Lo ideal es que la propia carta también mate en valía a la mejor carta de la mano. Pero de no ser así, al menos debe arrojarse una del mismo palo, incluso de menos valor.

 

Sumando porotos

Ahora bien, ¿cómo se configura la escala? Ases primero, con un valor de 11 puntos cada uno. Luego los tres, con 10 puntos en su haber. Le siguen los reyes (cuatro puntos), los caballeros (tres puntos) y las sotas (dos puntos). Solo en caso de no tener cartas del palo que pinta es que sirve matar con una carta de mayor valor. Claro, siempre y cuando sea la de mayor valor de la ronda. Si no se puede seguir al palo ni matar, pues entonces podrá arrojarse la carta que se desee. Y tal vez lo acompañe entonces la suerte del perdedor. ¡Recuerde que en el tute cabrero no pierden los últimos sino los segundos! Y siempre hay chance de remontada, porque se juega a varias manos, siendo el palo que pinta distinto en cada una. Eso sí, en la primera mano siempre pintan oros, y quien recibe el dos de oros entre sus cartas es quien da comienzo a la partida. Entonces sí, se armó e tute.

 

Cantame las cuarenta

¿Que si el dicho suena? Suena, y muchísimo. Pues sepa usted que viene del tute. Y no pasa precisamente por lanzar todas y cada una de nuestras verdades o enojos a los contrincantes de turno… Para mayor pacifismo, los cánticos del tute salen de las gargantas de caballeros y reyes. Cuando un participante tiene un caballo y un rey del palo que pinta, podrá cantar las 40. Lo propio cuando ambas cartas sean de un mismo palo, aunque no del ganador. En dicho caso, la cosa merma: el jugador podrá cantar las 20. Como se dice, todo suma.

 

¿Sencillo, verdad? Más ni tanto. Cierto es que el tute depende mucho del azar, de las cartas venidas en gracia. Pues, a diferencia del truco, no valen señas, mentiras ni artimañas. ¿Será por eso que el tute cabrero suena a cosa de antaño? Para muchos, poco picarezco. Para otros, entretenido a más no poder. Por lo pronto, redimiendo a suertudos y no tanto, el tute cabrero imparte justicia en la siempre bienintencionada diversión. Así pues, bienvenido sea.