Hace tiempo se supone que la idea que debería regir el sistema penitenciario no es la de castigar sino la de “rehabilitar” a las personas que han cometido delitos para que puedan “reinsertarse” en la sociedad, asegurando en el proceso el cumplimiento de los derechos humanos. Como se sabe, del dicho al hecho hay mucho trecho y aún estamos muy lejos de que esto sea así y aún más lejos de un futuro, tal vez, utópico, pero no por ello menos deseable, en que las cárceles dejen de existir. Por fortuna, sin embargo, sí existen organizaciones como Yo No Fui que luchan por un cambio profundo, acercándose en su caso a las mujeres presas a través del arte y la formación en oficios y construyendo con ellas un espacio necesario de trabajo, reflexión y contención afectiva.
Poesía y libertad
La Asociación Civil y Cultural Yo No Fui fue fundada en 2007, pero su origen se remonta al 2002, año en el que María Medrano, a instancias de la Casa de la Poesía, comenzó a dictar un taller de poesía en la cárcel de Ezeiza, primero en la unidad 3 y luego en la 31, al que luego se unió la poetiza Claudia Prado. Espacio de expresión, de aprendizaje, de intercambio de experiencias, para María Ferreyra, una de sus participantes, “el taller… significó libertad ahí adentro, ahí era libre de pensar, de decir, de expresar lo que en realidad quería”.
A través de antologías, festivales fuera y dentro de la cárcel, y la participación de artistas que se fueron sumando al proyecto, la organización creció y desbordó los límites del taller (se abrieron otros de fotografía, serigrafía, periodismo, costura, encuadernación) y también los de la misma cárcel. Con el tiempo, se sumaron dos espacios de trabajo: uno en Palermo, en el espacio Bonpland, y más tarde otro, en Vicente López. Y hasta se filmó un documental, Lunas cautivas, que ganó el premio al Mejor Documental Nacional en el 14º Festival de Cine de Derechos Humanos.
¿Y afuera qué?
Las mujeres que recuperan su libertad suelen tener dificultades para encontrar trabajo, muchas tienen hijos, problemas familiares a veces graves, y poca contención. Yo No Fui se ha transformado para muchas en una gran familia, una escuela y también una fuente de trabajo, a través de la conformación de una cooperativa que vende sus productos artesanales en ferias y en su tienda virtual.
Yo soy
Este año salió el primer número de Yo soy, la revista del taller de periodismo Tinta Revuelta, coordinado por Cecilia Martínez Ruppel, que nació hace dos años en la sede de Bonpland. Reúne entrevistas, artículos, poemas, parte de la historia de esta agrupación, pero también sus denuncias actuales, como la de la editorial que cuenta como 30 personas alojadas en un sector de la Unidad 31, especialmente construido para madres con niños y mujeres de “buena conducta” fueron trasladadas en mayo de este año en forma violenta para que su sitio fuera ocupado por culpables de crímenes de lesa humanidad. Historias dolorosas, pero también esperanzadas, como la de Liliana Teomanópulos quien sueña “que YNF tenga una casa para las mujeres que salen en libertad y no tienen a dónde ir”.
Si gusta colaborar, parroquiano, con este y otros sueños de Yo No Fui, podés hacerlo a través de una donación, comprando la revista o los productos de la cooperativa en su tiendita virtual: Tienda Yo No Fui. Y si anda seco no se preocupe, también puede ayudar dando una mano. Acérquese nomás.