Sonrisa destellante, mirada bonachona, andar apacible. Casi, casi como si en su marcha por la furiosa Buenos Aires metiera un cambio menos que el resto de los mortales. ¿Calma concedida por el oasis porteño que semeja ser el reducto Quilapán? Tal vez. Cómo no mimetizarse con la casona y su vibra, con su particular ambiente…cómo no para Youssou, el hombre que es su mayor presencia.
A sol y luna
Desde que asoma el día, los pasos de Youssou recorren como nadie los rincones de la Pulpería; y lo propio hacen sus ojos al caer la noche, propiciando atenta custodia desde las alturas, desde la terraza de la casona, allí donde ha sabido montar su querida morada, allí donde encuentra como en su salsa: conejos, gansos y gallinas resultan por demás buenos vecinos para nuestro protagonista. Evocan aires campestres, musicalizan la azotea. Aquella en cuya atmósfera se vuelven recurrentes los humos y aromas que emana la cocina pulpera. Y entonces los recuerdos copan la escena, pues el olorcito a comida recién hecha sabe a décadas entregadas al oficio de cocinero, a aquellos tiempos en los que Youssou era aún Youssoufa, como ahora sólo lo llaman sus padres. Un error en la emisión de su pasaporte se encargaría del rebautizo.
Mi amigo el franchute
Sin embargo, aquel desliz de identificación sería sólo el comienzo de un periplo que, aún antes de conducirlo a suelo nacional, lo haría echar anclas en más de una escala sudamericana. Perú y Bolivia también fueron parte del derrotero de este sengalés con alma de trotamundos, de este auténtico políglota. Pues a su cada vez más afiladito idioma español le suma el indeleble legado de su tierra: Youssou se despacha con su natal wolf, árabe y francés, aquel que desplegara en pleno corazón santelmiano para sembrar una amistad sin igual. Oui, Oui. La mismísima plaza Dorrego sería testigo de su encuentro con su fututo camarada, un francés con delirios de argentinidad. Nada menos que Grégoire Fábre, hacedor de la Pulpería Quilapán, quien lo convencería de acompañarlo a convertir en realidad y cordura el proyecto pulpero.
Buenas migas
Vendrían los tiempos de la puesta a punto, de la recuperación y la reconstrucción, de los trabajos arqueológicos y los hallazgos sorprendentes. Esos sobre los que Youssou podría hacer un inventario. Todos han pasado por su atenta mirada, porque toda la reinvención del solar de Defensa 1344 ha sucedido delante de sus narices. Allí ha estado él, desde el principio, a poco de desembarcar en estos pagos, hace ya cuatro años. Los suficientes como para haber visto deambular hartas visitas, todas aquellas que han ido engrandeciendo la pulpería. Claro que él aportaría su propia cuota: Youssou no sólo ha sabido echar raíces y forjar cariños en suelo nacional; sino que aquí, en el viejo y querido San Telmo, intramuros de la Pulpería Quilpán, ha sabido hacer buenas migas, y en el más literal de los sentidos. Las buenas migas del pan que, sabroso y crujiente, se sirve a la mesa de nuestros parroquianos.
¡Cocinero viejo, nomás! En la Pulpería Quilpán, Youssou ha vuelto a sus buenos viejos tiempos: aquí se gana el pan de cada día, sí, pero, por sobre todas las cosas, se da el gustazo de amasarlo. ¡Dichosos los que no dejan de saborearlo!