Agua la boca de quien evoque su nombre, identifica a la repostería nacional y, como si fuera poco, no reconoce edades en sus dichosos consumidores. Grandes y chicos se rinden a los pies de esta golosina argentina por excelencia. Ahora bien, ¿qué sabemos del ya mítico alfajor?
Un largo viaje
Podríamos decir que el alfajor es un bocado conformado por dos galletas dulces, uanidas por una capa de dulce de leche y bañadas en chocolate. Aunque el secreto de su sabor y procedencia escapa a dicha simpleza. Se trata de un antiquísimo invento culinario de origen árabe, hecho tradicionalmente a base de una pasta de almendras, nueces y miel. Mientras que el nombre “al-fajor” significa cerámica en el idioma de sus creadores. ¿La razón? El hecho de que, antiguamente, la comida no se cocinaba en el horno sino en vasijas de cerámicas.
Llegando a casa
La receta se expandiría luego en la Europa occidental, hasta desembarcar en Argentina de la mano de Augusto Chammás. Un químico francés que arribó al país a mediados del siglo inaugurando en Córdoba una pequeña industria familiar dedicada a la confección de dulces y confituras. El cambio no fue mayor; pero sí fundamental en un aspecto: en lugar de ser cuadrada, esta golosina adoptó forma redonda.
Aunque si de industria 100% nacional hablamos, Hermenegildo Zuviría fue –en 1891- el primer argentino en iniciar la tradicional elaboración de alfajores. Aunque el propósito de “Merengo” –apodo surgido por los alfajores de merengue que elaboraba- no era montar una fábrica; sino vender la deliciosa golosina en su pulpería de la capital santafesina.
Variedad argenta
Argentina es, sin dudas, el país donde el alfajor adoptó más formas que en cualquier otro lugar del mundo. Hay de chocolate negro, de chocolate blanco, glaseados, de hojaldre, de maizena y de galletas. Duros o blandos. Simples o triples. Rellenos de dulce de leche, chocolate, dulce de frutas, dulce de membrillo, mousse y muchas variables más. Regionales o industriales…la categorización parece no tener fin. Tucumanos, santafesinos, cordobeses, marplatenses, correntinos: cada localidad tiene su versión; incorporando a la receta los más nobles y característicos ingredientes de la región.
Ya lo sabemos ahora, los alfajores no son un invento argentino. Pero en virtud de sus irresistibles versiones… casi, casi.