Bioconstrucción, naturaleza intramuros

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Con el adobe como material base, la bioconstrucción es arquitectura de bajo costo e impacto. Medio ambiente y poblaciones, agradecidos.

Volver a las fuentes, como se dice. De eso va el asunto si de bioconstrucción hablamos. Arena, paja, tierra cruda…naturaleza bruta y sin aditivos, ni resabios de industria. ¿Por qué no hacer buenas migas con el medio ambiente? Preservarlo también desde la arquitectura es la consigna. Por lo que reducir el impacto que las técnicas de construcción establecen sobre él es, sin dudas, el quid de la cuestión. Fuera recursos no renovables, adentro materiales reciclados o reciclables; de sencilla y barata extracción. ¿Inmejorable fórmula, verdad? Aquí, el ABC de una tendencia que pide pista y terreno.

Del adobe venimos…

Si bien puede sonar compleja de concebir, cierto es que la bioconstrucción surge como una alternativa sin discriminaciones, pues a nadie deja afuera. Su mayor requerimiento no pasa por abultados bolsillos; sino por un buen asesoramiento para quien se sume a sus filas. Luego, las propias características de la vivienda aportan los suyo: ventilación, iluminación y calefacción son algunos de sus grandes valores. ¿Recuerda lo que le comentamos a cerca de los ladrillos? Mucho antes de que la arcilla entrara en escena, éstos no eran más que bloques de adobe. Aquellos con los que se alzaron monumentos en la antigua Roma, Grecia, Egipto…Sí, las grandes civilizaciones conocieron del natural efecto aislante que la tierra cruda genera a nivel térmico. Lo que, hoy en día, se traduce en un gran ahorro de energía. Imagine si pudiera mantener su casa fresca en verano y calentita en invierno sin artefacto de por medio. ¿Entonces? ¿Cómo es que el adobe ha ido perdiendo su valor? Ciertas condenas acusatorias, y falaces, parecen explicar un poco el injusto porvenir: la falta de resistencia, su condición antihigiénica, y más de una absurda sentencia social, pues “el barro es cosa de pobres”, vio…

Con todas las de la ley

Pues de la mano de la ascendente bioconstrucción es que está de regreso. Su bajo costo, sumado a los ya mentados beneficios, lo hacen resurgir de entre los escombros. Claro está, no sin el conocimiento necesario ni los controles de calidad pertinentes, en lo que a la técnica de construcción refiere. Sin embargo, allí no termina el asunto, porque quien se alza como mayor detractor de la bioconstrucción no es más que la propia ley. Así como lo oye, la ausencia de una regulación a nivel nacional pone en jaque toda iniciativa. Pues, si bien no hay ordenanzas que prohíban este tipo de construcciones, el vacío legal existente para su desarrollo ha implicado desafortunados destinos para más de una: edificaciones en suspenso, multadas y hasta con solicitud de demolición son algunos ejemplos de cómo la justicia puede, muchas veces, convertirse en abogada del diablo. De allí que, a fin de tomar cartas en el asunto, arquitectos, organizaciones y comunidades han promovido la gesta de ordenanzas a nivel municipal, de modo que la construcción con tierra cruda y demás técnicas naturales puedan convertirse en una realidad legítima.

Pionero

En este sentido, quien primero ha logrado su cometido fue el municipio de San Luis Beltrán, de la Provincia de Río Negro. En el 2010, se sancionó allí la primera ordenanza del país en la que se establecen especificaciones técnicas y requisitos para la bioconstrucción; contemplando cuestiones tales como la cimentación, los muros, los revoques y hasta los techos de las viviendas en cuestión. ¿Quién ha dado el puntapié para que ello suceda? La experiencia comunitaria propiciada por La Casa Mágica un colectivo artístico y cultural que, actualmente, desarrolla capacitaciones y talleres a la comunidad en pos de promover las técnicas de bioconstrucción en la región.

Síganme los buenos

Encendida la mecha, el correr de los años y la toma de conciencia ha provocado un saludable efecto contagio en diferentes municipios y ciudades. Si San Luis Beltrán fue pionero a nivel municipal, la ciudad de Santa Rosa, La Pampa, se enorgullece de ser la primera capital provincial en lograr el visto bueno legal para la bioconstrucción. En el 2015, la sanción de la ordenanza -aunque aún no reglamentada- fue posible gracias a la labor de diferentes organizaciones entre las que se destaca Tierra Raíz, la cual promueve la construcción sustentable a partir del uso de materiales naturales. A las filas de Santa Rosa se sumó el también pampeano municipio de Winifreda y la localidad de Colonia Barón. Por los pagos de la Patagonia, las localidades de San Carlos de Bariloche y El Bolsón en Río Negro; así como San Martín de los Andes, en Neuquén, y El Hoyo, en Chubut, han hecho lo propio. La pequeña Cachi, en la Provincia de Salta, alza la bandera de la bioconstrucción en el norte del país. Al tiempo que las localidades de Bahía Blanca, Coronel Suárez y Tornquist, en la Provincia de Buenos Aires, también gozan del marco legal que les propician sus respectivas ordenanzas. ¿La última en sumarse? La también bonaerense ciudad de Mar del Plata.

¿Vio que cada vez somos más los que alzamos el pulgar a la bioconstrucción y a las edificaciones eco-sustentables? Sí, “somos”. Pues, desde la Pulpería Quilapán, y orgullo aparte, intentamos pregonar con el ejemplo. Leyes que avalen, y regulen, se buscan.

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