Existen muchas pruebas para afirmar que el dulce de leche fue consumido por varias civilizaciones desde tiempos remotos. Eso no nos importa. Siempre hambrientos de mitos y leyendas, como todo país joven, tenemos nuestra propia versión de los hechos.
Ingredientes básicos
Los ingredientes básicos para su elaboración son: leche y azúcar, aunque algunas variantes incluyen esencia de vainilla y una pizca de bicarbonato de sodio. Cocidos a fuego lento, estos componentes se hierven sin dejar de revolver hasta caramelizar el azúcar y evaporar la leche. El resultado es una suerte de untuosa y sabrosa golosina.
Un accidente
Su creación fue un accidente producido en una de las estancias de Juan Manuel de Rosas, durante su encuentro con el General Lavalle en vísperas de la firma del Tratado de Cañuelas. Una de las criadas olvidó en el fuego la leche con azúcar que solía preparar para su patrón y al volver a la cocina se encontró con que la mezcla se había convertido en una sustancia espesa y oscura. Temiendo una reprimenda, entre lágrimas, contó lo sucedido al dueño de casa quien probó sorprendido el resultado y le dio el visto bueno, ofreciéndole además el nuevo manjar a su enemigo.
Es cierto que suena a campaña de marketing rosista, diseñada para convencernos de que Don Juan Manuel no sólo pasó días y noches restaurando leyes con el ceño fruncido, sino que también nos legó lo más dulce de nuestra tradición. En la pulpería decidimos revivir esta versión de los hechos. La imagen de Rosas chupándose los dedos llenos de dulce de leche es demasiado sabrosa como para ser sepultada por el mandato de las pruebas históricas.
Que sean otros los que se ocupen de disputarse el monopolio de la verdadera historia del famoso dulce de leche. Nosotros preferimos hundir la cuchara en el orgullo empalagoso. Con el mismo color criollo del Río de la Plata y su irresistible gusto a infancia, este inigualable producto será por siempre el más exquisito de todos nuestros accidentes.