El ritmo de vida actual ha provocado ciertas distorsiones en los hábitos de consumo de quienes gustan del ritual de empezar el día con diario y desayuno dulce. Hoy queda poco tiempo para escapar a ese bar de barrio donde el café es expreso y las tortas derraman sabores desde la vitrina. Y probar los dulces de las grandes cadenas de cafetería, convengamos, no es lo mismo.
Calidad artesanal
Un producto de pastelería es de excelente calidad cuando es elaborado por maestros pasteleros, de manera artesanal, con materias primas naturales y fórmulas tradicionales. Transmitir los aspectos diferenciales de cada producto, mediante un asesoramiento personalizado al cliente, es otro de los requisitos para alcanzar su atención, respeto y reconocimiento. Porque no basta con preparar la mejor selva negra del universo, si no hay cuchara lista enfrente.
Los infalibles
El reconocido pastelero Osvaldo Gross asegura que, para determinar si un lugar vende buena pastelería, debemos probar previamente alguno de estos tres productos clave: medialunas, hojaldre y sándwiches de miga. Una buena estrategia de marketing sería fomentar el testeo de esta variedad de sabores artesanales mediante mínimas degustaciones colocadas en un mostrador. ¿Acaso existe manera más eficaz de atraer a un potencial consumidor que hacerlo caer en las redes de la delicia?
Retomar la tradición
Seguramente en la memoria de cada argentino hay un sabor “pastelero”; alguna figura familiar o cercana a nuestro entorno has intervenido alguna vez grabándonos a fuego un sabor inolvidable. Los vigilantes del panadero del barrio; las medialunas de manteca de la cafetería favorita, los buñuelos rellenos de mamá, la pastafrola de la tía o los pastelitos de membrillo de las fiestas patrias. Todo exquisito recuerdo siempre va unido a un entrañable aroma… O a un indeleble sabor.