Con aires de cocina elaborada, el Tiramisú ha sabido expandir su sabor europeo por las sobremesas del mundo ¿Y si tuviera un toque de argentinidad? Porque el invierno siempre reclama algo más de dulzura a la hora del postre, y porque los paladares nacionales no se cansan de saborearlo, nos tomamos el atrevimiento de sumar un ingrediente intruso a la tradicional receta. Sí, ese que tantos agradecidos empachos nos ha generado. ¿Ya adivinó de quién se trata? Nuestro argentinísimo dulce de leche.
Un postre para nada sopa
Pues bien, antes de agregar nuestro granito de arena argento; veamos de que va este “señor” postre que hoy nos convoca. ¿A qué tiempos debemos remontarnos para dar con sus orígenes? A fines del siglo XVII. Cuando en la bella ciudad de Siena, Italia, el para entonces Duque de Toscana, Cosimo III, alto cultor de la buena vida, la farra y la glotonería, degustó la exquisita preparación. En su honor, comenzó a ser llamada sopa del Duque. Aquella que, desde entonces, acompañaría al pícaro de Cosimo III a donde quiera que fuese. ¿Cuál fue el siguiente destino? Florencia: cuna de intelectuales y artistas procedentes de todo el país. De modo que la onda expansiva no tardaría en llegar. Y fue en Venecia -capital de la región de Véneto- donde, dice que se dice, los cortesanos supieron atribuirle propiedades afrodisíacas. ¿Qué tal? Le digo más, hasta se había hecho costumbre el hecho de degustar una porcioncita antes de los encuentros amorosos. Porque, entre nosotros, parece que esta dulzura era pura potencia. ¡Imagínese como corría en los burdeles! De allí que su antiguo nombre diera paso a otro mucho más representativo: tiramisú. Que, traducido al español, sería tírame arriba. Porque el café levanta, vio…
Viva la variedad
Café expresso para mojar los bizcochos, cacao en polvo, azúcar y huevos batidos. Éstos eran los ingredientes que, entre los años ’70 y ’90, compusieron la original receta del tiramisú. O, al menos, así lo dispuso Don Alfredo Beltrame: fundador de la cadena de restaurantes Toulá, en la región de Véneto, allá por 1968. Así fue como este postre comenzó a abandonar su ambiente prostibulario para convertirse en habitué de las sobremesas italianas y, posteriormente, del mundo entero. Lo que diversificó la primitiva fórmula de esta delicia. ¡Bienvenida la variedad! Aquella por la que no existe un único modo de preparar el Tiramisú; sino que, partiendo de su ancestral base, el imaginario puede hacer de las suyas. Aquí, una receta de las nuestras: Tiramisú con dulce de leche.
Manos a la obra
Para cuatro porciones:
- Bizcochos de Vainillas (300 gramos)
- Queso crema o mascarpone (250 gramos)
- Yemas (3)
- Claras (3)
- Café (1 taza)
- Cacao en polvo (2 cucharadas)
- Dulce de leche (150 gramos)
- Esencia de vainilla (1 cucharadita)
- Azúcar (4 cucharadas soperas)
Para comenzar, batimos las yemas con dos cucharadas de azúcar. Agregamos el queso mascarpone, mientras mezclamos la preparación, y luego continuamos el batido. Por otro lado, batimos las claras a punto nieve con otras dos cucharadas de azúcar y las sumamos a la mezcla anterior. ¿Anda con poco tiempo? Olvide las yemas y las claras. Mezcle directamente el queso mascarpone con las cuatro cucharadas de azúcar y una taza de crema batida, cosa de aligerar el queso.
¿Cómo seguimos? Sumergimos las vainillas en el café, al que previamente adicionamos la esencia de vainilla (si quiere obtener un sabor más fuerte, puede reemplazar la vainilla por ½ copita de licor de café). Y ahora sí, llegó el momento del montaje. En una copa o vaso vamos armando el postre: primero, una capa de vainillas humedecidas en café; segundo, una capa de la crema de mascarpone (en cualquiera de sus dos versiones); y tercero, ¡el tan ansiado dulce de leche! Repetimos las tres capas una vez más y coronamos con trocitos de vainilla triturada.
¿Algo más? Sí, para dar el toque final espolvoreamos el cacao. De allí, enfriar durante, por lo menos tres horas. Aunque si lo prepara un día antes, el tiramisú amalgamará mucho más sus sabores y texturas. ¡El problema será resistir la tentación cada vez que abra la heladera! Piénselo dos veces antes de cometer el crimen: lo bueno se hace desear. Y ya verá lo bueno que sabe este tiramisú nacional, un verdadero tano a la argentina.