Desde un cremoso helado de mascarpone con frambuesas hasta una porción de cheescake y su golosa cobertura de frutillas en salsa. Ni hablar de esas tostadas que, untadas con queso crema, aguardan por la compañía de una contundente mermelada de moras. ¿Y qué me cuenta de nuestro postre vigilante pulpero? Ese en el que los arándanos y el queso de cabra hacen buenas migas a la hora de la sobremesa. ¿Y por qué no de la mano de un buen tecito, cuando la merienda empieza a pedir pista? Recurriendo a esta ya afamada alta dupla es que elaboramos -hoy- una receta de esas que aguan la boca en cualquier momento del día; y que confirman, una vez más, que el romance entre berries y quesos es cosa seria.
Primos lejanos
Aunque el término muffin haya comenzado a familiarizarse con nuestros oídos en este último siglo, sus orígenes se remontan a la Inglaterra del 1700. Sin embargo, no sería hasta el siglo XX y su década del ’50 cuando estos redonditos adorables comenzaron a comercializarse de forma masiva. Y no sólo en territorio inglés; sino también en los Estados Unidos. Claro que mientras los muffins asomaban al mundo lo propio hacían las viejas y conocidas magdalenas. Llegaditas a suelo argentino desde España, -aunque a modo de adaptación de las francesas madeleines, surgidas alrededor del año 1750-, estas recurrentes compañeras del té de la tarde nos resultan algo más familiares, y hasta más antiguas en la memoria. Sin embargo, lejos están los muffins de ser una versión remozada de las clásicas “magdas”. Sus nacimientos son casi paralelos, sí; pero sus respectivas esencias son bien distintas.
Cada cual atiende su juego
En el juego de las diferencias, el campo visual ya ofrece algunos indicios. Mientras el muffin luce, de pies a cabeza, un diámetro prácticamente uniforme, las magdalenas poseen un base de diámetro menor al de su superficie; al tiempo que sus laterales presentan estrías propias de una cocción en papel frizado. No ocurre lo mismo con el muffin, quien va derechito al molde y, por tanto, luce completamente liso. ¿Y una vez que damos el primer mordisco? La magdalena resulta mucho más esponjosa, producto del aire que adquiere la masa durante el batido y del crecimiento producido por la mayor cantidad de levadura; lo que también incide en la forma antes descrita, cuya superficie parece desbordar del papel. En este sentido, el muffin apenas asoma su redondeada cabecita, es más compacto y ofrece una textura no tan ligera al paladar. Aunque es capaz de deleitarlo con diferentes variedades. Y he aquí un punto importante: las magdalenas sólo ofrecen el dulzor de su masa, no incorporan ningún ingrediente más (por lo que tampoco las encontraremos en versión salada). Dicho en criollo, muere en su ley. Mientras que los muffins están abiertos a cuanto relleno y variedad la imaginación disponga. De allí que los haya dulces, salados y hasta agridulces. De esos que hoy compartiremos con usted. Porque si el queso de cabra y los arándanos tienen un feeling de aquellos, ¡imagíneselos muffin adentro!
Manos a la masa
- Harina (200 gramos)
- Azúcar (120 gramos)
- Queso de cabra (75 gramos)
- Leche (60 mililitros)
- Huevos (2)
- Limones (2)
- Arándanos (50 gramos)
- Polvo para hornear (una cucharadita)
Antes de poner manos a la masa, procure precalentar el horno a 180ºC. Recién entonces de paso a la preparación: coloque el azúcar y la manteca en un recipiente, y bata hasta obtener una consistencia cremosa. Sin dejar de batir, añada los huevos uno a uno. Continúe con la leche y la harina (previamente tamizada junto con el polvo para hornear). Abandone el batido y mezcle bien todos los ingredientes. Llega ahora el turno de incorporar el queso de cabra (cortado en pequeños cubos), el jugo y las ralladuras de los limones, y, por último, los arándanos.
Llene la bandeja de moldes para muffins con la mezcla anterior y hornee durante 15 o 20 minutos. ¿Cómo nos damos cuenta que están listos? A partir de un secretillo que ya le hemos comentado en nuestra receta de alfajores de miel. Pínchelos con palillo de madera o la punta de un cuchillo. Si sale limpio y seco, ya están hechos. Retire del horno y deje enfriar. Aunque no mucho, eh… Mire que si un muffin calentito ya es por demás tentador, ni le cuento cuando, al primer bocado, se encuentre con el quesito aún humeante. ¡Flor de festín para el paladar!