Tsawotaj, la miel silvestre del pueblo Wichí

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Procedente de colmenas silvestres y cosechada de modo artesanal, Tsawotaj es mucho más que miel. Es la identidad y el saber de un pueblo.

Wichí quiere decir “gente” en el idioma de su gente. Aquella que, conocedora de su ancestral legado, también es conocedora de su mundo, de su tierra. Tsawotaj quiere decir “miel”. Y la miel silvestre del pueblo Wichí es hija de la tierra de su gente, de sus costumbres, de su sabiduría. Así pues, nos adentramos en ella para develar el artesanal proceso de la miel más pura y refinada. Sí, tsawotaj. Aquella que, directo desde del monte Chaqueño, atesoramos y compartimos desde las estanterías de la pulpería.

Sabiduría natural

Campear, así le llama la Comunidad Wichí al hecho de caminar la tierra en busca de comida. Y la brújula es apenas el conocimiento trasmitido de generación en generación sobre el terreno andado, sobre los árboles y las aguas, sobre los pájaros. Pues nadie mejor que ellos para delatarlas, para indicar con su sonido los troncos o ramas huecas en las que viven las abejas, ya que muchos se alimentan de ellas. Y es que, a diferencia de lo que ocurre con la cría de abejas en cajones, la miel silvestre no tiene un lugar determinado, ya que son las propias abejas quienes eligen su morada. Más no defraudan a la hora de proveer lo suyo. En especial, la “extranjera”, un tipo de abeja que un buen día llegó desde el norte para diferenciarse de las ancestrales Moro moro, llana y caysán a través de su intenso zumbido, ese que semejaba provenir de una nube de moscas. Humo para aquietarlas y hachas para descubrirla fueron las primeras herramientas para dar con su miel sin dañar la naturaleza (una colmena joven no se saca; una vieja hacha con cuidado, sin cortar el árbol). Y la naturaleza retribuye, pues la extranjera es capaz de producir hasta uno o dos litros de miel. O mejor dicho, de Tsawotaj.

Piedra libre a las abejas

Owelek es ir en busca de Tsawotaj. Y lo cierto es que, si cerca, los recolectores del pueblo Wichí bien pueden salir solos. Si de ir más lejos va la cosa, lo hacen entre dos o tres. ¿Con cuántas provisiones encima? Las mínimas y necesarias: apenas un té con pan para todo un día, pues siempre está la chance de ir consumiendo miel hallada en el camino, la cual aporta la energía suficiente para regresar a casa por la tarde o noche. Incluso con el más rudo calor, pues, de hecho, al decir de los recolectores, a más temperatura ambiente más fácil es dar con las abejas, encontrar una colmena, aquello que llaman olä, término que significa ni más ni menos que “mascota”. Así pues, si un recolector da con dos colmenas y solo puede sacar una, la segunda ya queda identificada como su olä. ¿Qué si acaso corre el riego de perderse en el camino, de no volver a dar con ella? Ir en dirección recta es la calve para nunca perder de vista de donde se viene y a dónde se va. Sí, sabiduría ancestral pura, de cepa y raigambre. De allí que defender la recolección de miel sea, para el pueblo Wichí, un modo de defender su cultura tradicional, las propiedades de un entorno que es su identidad y, por tanto, también la refuerzan ante la homogeneidad cultural que implica la globalización.

Tsawotaj, una miel única

A la recolección le sigue un artesanal proceso de filtrado manual en tres instancias. Lo que culmina en producto 100% natural, envasado y etiquetado con el respectivo año de cosecha y peso neto por parte de la Comunidad “El Larguero”, protagonista de esta historia y presente en la provincia de Salta. ¿Imagina pues, cómo sabe al paladar? Único e inconfundible, así es el sabor de Tsawotaj. Y no solo por su pureza absoluta, sino porque está muy ligado a la memoria gastronómica de la región. Esto se debe a la combinación de flores que visitan las abejas para producir miel, la cuales crecen específicamente en las tierras de la Comunidad. Sin dudas un valor agregado a la hora de defender el producto y acercarlo a mercados que lo valoren. Por lo que, lejos de terminar, el camino de Tsawotaj apenas está comenzando. Respaldada por Slow Food desde 2018 al considerarla uno de sus baluartes, los desafíos que se presentan de aquí en adelante no son tarea sencilla, pero sí motivante. Revalorizar la actividad de recolección postergada por bajos precios, fomentar el consumo de miel sustituido por productos externos a la comunidad y crear un sistema de comercialización sostenible, así como también desarrollar sistemas de resiliencia al cambio climático son algunos de los pilares a futuro.

 

Pues sí de algo estamos seguros, es que Tsawotaj es mucho más que una deliciosa y pura miel. Es una senda al mañana, un modo de comprender y reconfigurar el uso de nuestros recursos, de barajar y dar de nuevo. Porque volver a las fuentes, lejos está de retroceder; sino que augura el más genuino modo de avanzar.