Recomendación preliminar: nada de gritos, es mejor acercarse a estos animalitos en silencio. O al menos sin estridencias que interfieran en el propio ritmo de la naturaleza. Para conocer al señor de las hierbas hay que bordear lagunas o arroyos, buscar en los misterios de la costa y el agua.
Dime cómo te llamas
El Capibara, proviene del guaraní kapiÿva, que significa “señor de las hierbas”. Mientras que su nombre científico Hydrochoerus hydrochaeris, en griego lo nombra como “puerco de agua”. Según las regiones donde se encuentre también puede llamarse chigüiro, chigüire o ponche. Manso y tranquilo (como si en su especie se hubiera inspirado la canción de Piero), habita humedales de zonas templadas, desde Panamá hasta el centro de Argentina. De hábitos sociables, se lo puede ver casi siempre en grupos o manadas al borde de lagunas; esteros, ríos, lagos, marismas o manglares. En nuestro país se ubica preferentemente en el Norte de los Andes y en la región litoraleña, hasta el sur de la provincia de Buenos Aires.
Aquí está súper roedor
De contextura robusta y andar lento sobre sus cuatro patas breves, el carpincho es el roedor de mayor tamaño y peso del mundo. Aunque los títulos grandilocuentes pareciera que lo tienen sin cuidado. Lo que sin dudas le importa, y cuánto, es tener el agua siempre a mano (mejor dicho ¡cerca de las patas!) La hierba fresca también tiene urgencia entre sus imprescindibles. Y que no falten parejas dispuestas al cortejo. Con esa tríada resuelta, tiene todo lo que necesita para vivir. Puede llegar a medir hasta 130 cm de largo y a pesar casi 80 kilogramos. Completan su fisonomía una cabeza pequeña, narinas, ojos y orejas en línea recta, que le permiten estar sumergido y a la vez no perderse los colores del atardecer o el coro nocturno del bicherío. Vista panorámica y acústica inmejorable. Claro que lento no es sinónimo de tonto. Además, el andar parsimonioso en tierra se compensa con la destreza en el agua. Como en casi todos sus parientes roedores, se caracteriza por tener enormes incisivos y molares que crecen constantemente para compensar el desgaste que provoca deglutir tanta hierba. A veces la voracidad requiere planificación.
Recursos y peligros
En Argentina el modo más común de consumir la carne de carpincho es en forma de milanesas o escabeches. Sin embargo no se encuentra entre los platos más comunes de la gastronomía criolla. Sí son muy valorados su cuero y un aceite que se obtiene con su grasa, reconocido por las propiedades para paliar enfermedades del sistema respiratorio. Suave y con pequeñas manchas circulares en distintos tonos de marrón, es un cuero que se utiliza en la producción de calzados, prendas de vestir y artesanías.
Aunque la caza del carpincho, así como la de otros animales silvestres está regulada por distintas legislaciones, aún son muy disimiles tanto las formas de conservación como los controles que se realizan en cada provincia. Algunos investigadores proponen que el mejor modo de cuidar la especie y aprovechar el recurso, es la explotación planificada en áreas libres, lo que aún no ha tenido un próspero desarrollo en Argentina como sí en Venezuela. Otra opción son los criaderos en cautiverio, experiencia que cuenta con productivos ejemplos en las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires.
Si bien no es una especie en peligro de extinción, el señor de la hierba encuentra en el tráfico de cueros a uno de sus predadores. Pero también es un alerta para esta especie la constante modificación de los ecosistemas debido al avance de la frontera agrícola.
A pesar de todo, no ofrece demasiada resistencia al contacto con los humanos ¿Será que confía en nosotros de algún extraño y callado modo? ¿Porqué no regalarle, entonces, el respeto del silencio?