Hojas rústicas, cubiertas de una suerte de pelusita o espinillas (¿será entonces que su nombre proviene del latín “burra”, que significa pelo?). Flores en forma de estrella de cinco puntas. Violetas. Aunque las hay también rosadas y blancas, suaves ellas, más bien sutiles en su aroma agradable (¿o será deriva del árabe “bou-rasch” –padre del sudor–, por las propiedades sudoríficas de éstas?). Etimologías aparte, la borraja tiene mucho para decir y entregar ¿Al paladar? Un sabor dulzón que rememora al pepino, pero que guarda un dejo a algo más. Por lo que siguiendo su largo trajinar, desde nuestro techo verde ya hemos puesto manos a ella. ¡Para todo su sabor poderle entregar!
Desde Italia, con sabor
Que muy posiblemente haya nacido en Siria para luego comenzar a ser cultivada en la Europa Mediterránea y, más allá de su expansión por el norte de África, llegar, altamar mediante, a estos queridos pagos nacionales. Sí, aunque no de la mano de los conquistadores, sino de los inmigrantes. Desde Italia con sabor, porque nada mejor que la pasta como en casa, y que así pues marchase de borraja y seso una buena raviolada. ¿Tal vez le suene la receta de alguna nonna? Si no es así, sepa que aún está a tiempo: las hojas y tallos de borraja pueden utilizarse como acelga o espinaca, por lo que salen como piña para rellenos de pastas, tortillas, buñuelos y tartas más también sopas e infusiones, y hasta ensaladas. Eso sí, el “blanqueado” ante todo, porque la pelusita vaya si incomoda al comer las hojas crudas. ¿Algún secretito de cocción? En un abrir y cerrar de ojos, o habrán de ponerse mustias y perder color y sabor. Vaporiera de por medio, la borraja conserva lo mejor que sí y ya se ofrece dócil para toda preparación.
Flor de plato
Hemos dicho, la borraja es dueña de unas más que vistosas flores en forma de estrella. Y como lo esencial no es insensible al paladar, desde luego que son ellas más que unas niñas bonitas. Así es como, además de las hojas –y los tallos, perfectamente utilizables cual pencas de acelga– las flores también son dignas de un buen banquete. Vea usted, la borraja es una planta anual que florece desde junio a diciembre. Para ello, tan solo pedirá un clima templado de entre 5º y 21º, además de suelos bien drenados y orgánicamente ricos. De ser así, la borraja dará flores para tirar al techo, pues, agrupadas en cimas, cada una de ellas es capaz de dar más de 40 flores. Vale decir, mucho para muy poco, pues apenas duran un día o dos. De una buena refrigeración e hidratación dependerá que duren unos cinco días en las que disfrutarlas doquier: color y sabor a servicio de paladares y ojos tanto en ensaladas como sopas o cremas, e incluso yogures, dulces, helados… Pulgar arriba a la hora de acompañar pescados y mariscos, pues hace buenas migas con el mar. Y más allá de la sutileza de su sabor, desde tiempos remotos las flores de borraja son utilizadas con fines terapéuticos: vitamina C, calcio y potasio son parte de su haber. Además de las mentadas virtudes sudoríficas. Por lo que vaya si están a la orden de su buena salud.
Poderosas las chiquitinas
No todo lo que es oro brilla, versa el refrán alterando el orden de sus factores. Y en el caso de la borraja, no todo lo valioso se encuentra a la vista. ¿Qué hay de sus semillas? Casi que con lupa, sus diminutas semillas hacen la fuerza. Para que se lo figure, 65 semillas apenas alcanzan un gramo, pero de pura contundencia. Pues el aceite obtenido de sus semillas es rica en ácidos poliinsaturados, esenciales para el crecimiento de las células y el funcionamiento del cerebro. Los cuales, al no ser sintetizados por el cuerpo humano, son requeridos para suplementos dietarios. Y en pos de ello la borraja tiene buenas noticias: su semilla germina con gran rapidez dando origen a otras nuevas, conservando su poder germinativo por unos cuantos años. Lo que se dice una planta sin desperdicio.
¿Acaso pensó que íbamos a dejarla pasar de largo? Con un alto en lo alto de la pulpería, la borraja dice presente. ¡Poné los ravioles que estamos tod@s!