Alguna vez le contamos a cerca de botellas cargadas de futuro. ¿Y si le decimos que también pueden contener amor? Por la Tierra que nos contiene y nos cobija, por es@ otr@ y ese otr@ más que junto a nosotr@s en ella habita… Amor donde parece que ya no lo hay. Pues para el programa “Botellas de Amor”, no hay mejor punto de partida que pensar a la basura no como basura; sino como residuo. Sí, algo residual, que sobra, que ya no precisamos, pero que puede ser reutilizable. Y vaya si así lo es. Desde estas líneas, a las pruebas nos remitimos.
Reconvirtiendo…
Mejorar las condiciones de vida de las comunidades promoviendo un desarrollo sostenible es la razón de ser de las botellas de amor. Y es que un hoy más responsable, fértil en lo que a conciencia ambiental refiere, ha de resultar una semilla imperecedera. Pues aquello que desechamos, créanos, no termina su vida útil tan fácilmente… Dentro de una botella de amor, esa que puede ser cualquier botella plástica de un solo uso que disponga en su casa (bebida, aceite e incluso champú o productos para el piso), plásticos de consumos varios prolongan su existencia con propósito: convertirse en madera plástica. Así pues, no solo se trata de reducir desechos, sino de hacer que aquellos sean capaces de satisfacer una necesidad como la es el mobiliario. ¿Qué tal?
Manos a la obra
Ahora bien, ¿qué cabe en la botella de amor? Además de todo su compromiso, caben en ella plásticos varios: paquetes de fideos, arroz, galletitas, pan de mesa, servilletas de papel, rollos de cocina y similares. Envases económicos de detergentes, suavizantes para ropa y champú, envoltorios de golosinas y snacks (sí, los que en su interior presentan revestimiento plateado, también), sobres de café y jugo. Platos, vasos y toso tipo de cubiertos descartables. Bolsas y film, desde ya (de las que nos dan en las verdulerías hasta aquellas en las que se envasa el alimento para nuestra mascota). Y, para más, palitos de chupetín, lapiceras sin resorte ni punta metálica, cepillos de dientes y maquinitas de afeitar sin navaja. Eso sí, todo limpio y seco para evitar olores y hongos; empezando por la botella contenedora. Pero ¿será que puede caber todo esto? Comprima paisan@ amigo, comprima. Ya sea con una cuchara o varilla, vaya aplastando el contenido para optimizar las botellas. Se calcula que pueden llegar a contener hasta un kilo de residuos, un kilo de amor en potencia.
Circuito redondo
Por si las moscas, sepa que algunos residuos pueden dar a confusión. Por ejemplo, aquellos envases que semejan ser plásticos pero no lo contienen de forma pura; sino que cuentan con una buena proporción de papel en su composición. Tal es el caso de los paquetes de yerba o los sobres de sopas instantáneas. En dicho caso, se trata de envases que no cuajan en el proceso de reciclaje al que se somete a los otros plásticos. En este sentido, la Fundación Regenerar (quien lleva adelante el programa) hace uso, precisamente, de plásticos que, ya sea por su tamaño o composición, no suelen ser reciclados por la industria; pero que tienen la capacidad de transformarse. ¿En qué? Madera plástica destinada a la construcción de bancos, mesas, juegos infantiles, cestos y hasta composteras. Sí, para que la rueda del aprovechamiento de residuos no se detenga.
Así pues, lo que va, viene, como dice el dicho. Y en el camino, vaya si nos deja su buena enseñanza. Porque embotellando nuestros residuos es que podemos tomar conciencia de la cantidad que generan nuestros consumos. ¿Será que entonces podemos buscar alternativas para cada vez generar menos? Reducir, reciclar, reutilizar. Ése es el quid de la cuestión. Porque residuo que se escapa sirve para otra buena causa. Porque toso ser que por ella se presente, sienta las bases de un nuevo mañana.