Si su vecino mercado del Abasto perfumaba las calles del barrio con el aroma de frutas y verduras, margaritas, geranios, rosas, claveles y compañía no habrían de ser menos. Porque en los pagos de Almagro la primavera no se toma vacaciones, el viejo mercado de las flores engalanó sus aires desde mediados del siglo XX. Y aunque emprendió la retirada para el sur capitalino en los inicios del siglo venidero, pétalos doquier siguen copando las veredas adyacentes a lo que fue el emporio de las flores. Pase, huela y déjese llevar.
Floreciendo
¿De dónde cree usted que puede provenir el arte de la floricultura en nuestro país? Porque bien sabe que inmigrantes los hubo de los muchos, si del viejo continente hablamos. Sin embargo, la semilla de esta preciosa práctica vino nada menos que tierras asiáticas. Más precisamente Japón. Fue el 19 de noviembre de 1940 que treinta dos agricultores japoneses fundaron La Cooperativa Argentina de Floricultores Limitada. Y, como hemos dicho, a debida cuenta del crisol de nacionalidades que por aquel entonces copaba la argentina, una vez sembrada la actividad, inmigrantes de diferentes lugares aportaron su flora: italianos, españoles y portugueses a la cabeza. Por cuanto dos años después, la cooperativa ya estaba en marcha en la calle Alem al 1422. Sí, sí. A pasitos de la plaza San Martín, donde funcionaba entonces el Mercado de Concentración de los Floricultores. Sin embargo, la historia recién comenzaba.
Por buena vía
Aunque con motivos poco felices en sus inicios, Almagro fue uno de los barrios en los que funcionaron los antiguos tranvías de Buenos Aires. Precisamente, entre mediados del siglo XIX y principios del XX. Más precisamente, en 1887 fue inaugurado el servicio de tranvías fúnebres (¡maldita fiebre amarilla!), con estaciones tanto en avenida Corrientes y Jean Jaures como en Corrientes y Medrano. ¿El destino final? El hoy cementerio de Chacarita. Y si nos remontamos más atrás en el tiempo, el Ferrocarril del Oeste también surcó los pagos del barrio “tricolor”, con estación en el barrio fines de la década de 1880. Así fue como, cuando el tranvía desapareció y la estación ferroviaria fue desafectada, la actividad metalúrgica perdió peso en la zona. Tanto así que, en 1947, comienzan las tratativas para la adquisición de lo que habían sido los talleres metalúrgicos de la compañía La Unión. Sí, sobre la avenida Corrientes, entre Medrano y Francisco Acuña de Figueroa, a metros nomás de donde se hallaba la estación de tranvías. Desde entonces, las flores darían vida a lo que había sido la parada de un derrotero mortuorio. Y ya para 1952, el mercado fue un hecho.
Flor de mercado
¿Cree usted que la inauguración se dio en una fecha cualquiera? Desde luego que no. Fue el 15 de mayo, día de San Isidro Labrador y del Agricultor. Cómo no… Y con gran fiesta gran para inaugurar el primer y único mercado de las flores de Buenos Aires. ¿Imagine usted la escenografía barrial de entonces? Los amaneceres perfumados, repletos del color que el sol recién naciente hacía resplandecer sobre los pétalos que los changadores descargaban de los camiones provenientes del Gran Buenos Aires entre bostezos y caras de madrugón ¡Si es que el movimiento comenzaba ya a las tres de la mañana! Y así, como quien siembre y cultiva, a pura paciencia y nutritivo esfuerzo, el mercado de las flores creció al punto de quedar chico para tantos flores y plantines, más también para tanta concurrencia. El año 1998 lo encontró con 800 productores en su haber, para un espacio de 8 mil metros cuadrados. Así que vaya sacando cuentas: apenas diez metros cuadrados para cada productor. ¿Escueto, verdad? De modo que en 2002 el antiguo galpón del mercado de las flores fue vendido (se levanta hoy allí un templo, perteneciente a la Iglesia Universal del Reino de Dios) y, tras una breve escala en los bonaerenses pagos de Avellaneda, llegó el turno del retorno a la ciudad. Fue en el año 2004, en la calle Olavarría al 3240, barrio de Barracas. Allí donde, a sus anchas (el galpón es de 24 mil metros cuadrados, triplicando a su antecesor), el mercado de las flores volvió más reverdecido que nunca.
Al que madruga…
Ahora ya lo sabe, si usted madruga, unas buenas flores se desayuna. Y las hay para todos los gustos. Pues el mercado de las flores cuenta con una zona de verdes para follajes, una zona de flores propiamente dichas, una zona de floristas, con papelera para el armado de ramos, además de vivero, por si se le antojan plantitas o semillas. ¿De dónde? El mercado de las flores recibe a sus pichonas desde Colonia Urquiza, Villa Elisa y Florencio Varela, Berazategui, Escobar, Garín y La Plata en su mayoría. Ahora bien, éste gigante no se olvida de sus inicios, por cuanto bien sabe abastecer a las callecitas de Almagro, donde las flores ya son tradición. ¿Que ya no hay mercado? Pues entonces que haya paseo. Sobre las calles Sarmiento y Francisco Acuña de Figueroa, locales sin vidrio de por medio exponen sus flores hasta copar las veredas como antaño. Mientras los vendedores se sientan para ver a la gente pasar, ofrecer un ramo a gusto y placer, recordar la cercana primavera, la siempre buena ocasión de regalar flores, las fiestas, y hasta saludar a los paseanderos de siempre.
Porque así como las flores, el presente florece, se marchita con el tiempo y vuelve a reverdecer; a florecer. Para seguir escribiendo historias. Para, como el mercado de las flores, seguir aromando los días y pintándolos del mejor color.