Maradona el barrilete cósmico

FOTOTECA

Controversial, contradictorio y heroico. Un hombre que hace magia tanto con las palabras como con la pelota.

¿Maradona, barrilete cósmico, de qué planeta viniste?

Cuando el famoso relator pronunciaba esa frase inoxidable sobre Maradona, tras la jugada más magistral jamás llevada a cabo en un Mundial, no tenía conciencia de que su pregunta era capciosa y hasta obvia: Diego Maradona sólo pudo nacer en un planeta, y ese planeta no es otro que la República Argentina.

Argentino por excelencia

Polémico hasta el hartazgo, Maradona es el típico argentino. Con la contradicción como bandera, lloró, rió, amó y odió. Fue el mejor amigo de sus amigos y el peor enemigo de sus enemigos. Fuel mayor ganador en sus triunfos y el mayor perdedor en sus fracasos. Y todo esto sin dejar de lado su esencia, aquella que le permite reinventarse y cambiar de bando con la impunidad que solo a los ídolos populares les puede ser concedida. Y ojo, que no hablamos de un ídolo popular cualquiera. Hablamos de “D10S“, el inconsciente colectivo, el argentino por excelencia.

Mi héroe en este lío

Sin dudas, fue el hombre que más gente unió en la Argentina moderna frente a la pantalla de un televisor, admirando las maravillas más inconmensurables que ha dado el fútbol, y al mismo tiempo, vengando, de alguna extraña manera, una guerra y una rivalidad entre países, que poco parecían tener que ver con lo que pasaba en ese campo de juego, pero mucho con lo que sucedía acá abajo, en el sur, donde los pobres le ganábamos a los ricos y hacíamos historia una vez más. Porque “El Diego” es un héroe. Y los héroes necesitan enemigos, batallas, tobillos hinchados, patadas del rival, sanciones por dóping y gambetearse hasta al alambrado. Porque los héroes no son hombres, los héroes son dioses. Y Maradona no es Maradona, Maradona es “Dios”.

Dios es argentino

Desde sus comienzos en el fútbol internacional, Maradona fue creciendo en ese rol, que él nunca eligió ni alguien le propuso formalmente, de embajador argentino. Emisario del fútbol por excelencia, “El Diez” ha sabido siempre imponer la idiosincrasia de nuestro pueblo en cada una de sus jugadas y en cada una de sus declaraciones. Y también en sus jugarretas, con la famosa “mano de dios”.
Sus frases han quedado en la historia, imponiéndose con su corta existencia e insertándose en la cultura argentina de la misma manera que lo hicieron los versos del Martín Fierro. “Me cortaron las piernas“, “te lo juro por las nenas”, “es el cartonero Báez”, “se le escapó la tortuga”, “la tenés adentro” y “la pelota no se mancha” son algunos de los cientos de miles de conceptos que “El Diego” ha lanzado desde su verborragia a lo largo de su carrera. Cualquier periodista podría decir que Maradona es el mejor titulador de la historia, y no estaría equivocado. Si hasta un puñado de locos, que llegaron a ser varios miles, crearon un hermoso delirio llamado “Iglesia Maradoniana” en el que, entre sus mandamientos, destacan el de “difundir los milagros de Diego en todo el Universo”. Más claro, echale agua. Bendita. Por D10S.

Los tibios sí se manchan

La industria en torno a Maradona fue quizás una de las primeras que excedió totalmente lo que sucedía dentro de la cancha. El clan, la Tota, la Claudia, las nenas, “Guillote”, las novias y los hijos extra matrimoniales. Maradona vive y respira como jugó cada minuto al fútbol: intensamente. Para él no existen los grises porque su condición es la de saltar de un lado al otro del acantilado. Siempre al borde del abismo. A veces más a la derecha, a veces más a la izquierda. A veces construyendo sobre el propio precipicio, pero siempre con la pasión y la convicción de que su verdad es única, absoluta e incuestionable. Como lo fue su juego. Porque la tibieza no entra en su decálogo. Porque, ante todo, antes de ser Dios, El Diez, El Diego y Pelusa; Maradona es argentino. Un típico argentino. El argentino por excelencia.