Tan ancestral como mítico, este postre tiene una historia de aquellas. ¡Si su nombre ya lo dice todo! De acuerdo a la mitología griega, la ambrosía era a una especie de néctar divino, ese que proveía de inmortalidad a los dioses. Claro que después de degustarla en su versión terrenal, usted quedará más muerto que vivo. Dicho en criollo, pipón, pipón. Veamos entonces cual es el secreto de este postre bien polenta.
De yapa
La ambrosía nos remonta a las humeantes cocinas argentas del incipiente siglo XIX. Sí, allá por el 1800, cuando la tecnología brillaba por su ausencia en materia culinaria y la variedad era asunto exclusivo de la imaginación…o de la importación. Es que este postre tiene su antiquísimo origen en la vieja Europa. Más precisamente, en los conventos españoles, allí donde solían clarificar sus caseros vinos con clara de huevo. ¿Y las yemas? Pues bien, por no desperdiciarlas es que nace esta dulzura de base láctea. Aquella que se convertiría en un verdadero clásico de las sobremesas. Leche, huevo, azúcar…y a revolver nomás.
A puro huevo
Ingredientes:
- Azúcar (400 gramos)
- Agua (400 centímetros cúbicos)
- Leche (1/2 litro)
- Esencia de vainilla (1 cucharadita)
- Huevo (1)
- Yemas (5)
- Ralladura de un limón
Coloque en una cacerola el agua y el azúcar, y cocine hasta obtener un almíbar a punto hilo. ¿Cómo es eso? Sumerja un tenedor en la olla y, cuando lo retire, fíjese que quede pendiente un hilo de almíbar, sin que se corte. Una vez que lo consiga, retire del fuego y agregue la esencia de vainilla. En un nuevo recipiente, coloque el huevo junto con las yemas y bata hasta obtener una mezcla espumosa. Vuelva a colocar el almíbar al fuego, agregue la leche y, finalmente, la mezcla de yemas. Cocine, sin dejar de revolver, y sume la ralladura de limón. ¿Hasta cuándo debe seguir revolviendo? Allí está el meollo de la cuestión. Nunca debe abandonar la cuchara, para que no se corte la preparación; pero el fin de la cocción depende de su propio paladar. Si prefiere un postre de textura más sólida, continúe cocinando hasta que la preparación de yemas absorba todo el líquido de la cuestión. Verá como obtiene una crema de aspecto cortado que lo encantará con su sabor. Allí nomás, distribuya en copas o compoteras, deje enfriar y, para deleite de sus invitados, sirva esta dulce delicia.
Secretitos de antaño
Hasta aquí, la clásica versión nacional que aún sigue vigente de la ambrosía. Llegó el momento, entonces, de confesarle algunos tips que lo harán quedar como un duque. Y si de noblezas y realezas va la cuestión, la versión española de este postre nos ofrece una novedosa alternativa a la ralladura de limón: las almendras. Opción ideal para una ambrosía de invierno. Y si, en una de esas, el frío persiste -o bien quiere darle un saborcito especial a la sobremesa-, al momento de incorporar la esencia de vainilla, no olvide sumar media copita de coñac. ¡Ahora sí que sube la temperatura! Y… ¿adivine qué buena doña argentina incluyó al alcohol en esta receta? ¡Nuestra querida Juana Manuela Gorriti! En su más famoso libro de cocina ecléctica, doña Manuela no sólo popularizó la ambrosía dentro de la escena nacional; sino que lo hizo recurriendo a las bondades del Oporto o el Curaçao, aunque en una segunda instancia. Para el recetario de Gorriti, este postre no finalizaba su preparación en la cacerola; sino que, tras cinco o seis minutos de cocción en ella, se colocaba en una budinera enmantecada y terminaba de cocerse a horno moderado. Cuando la masa comenzaba a despegarse del molde llegaba entonces la hora de la verdad. Pero… ¿Cómo dice? ¿No tiene Oporto a mano? ¿Tampoco licor de Curaçao? No se preocupe. Rocíe con una copita de buen vino blanco, deje que se enfríe, desmolde… ¡y lista la ambrosía!