Que de paladear no sólo va el asunto en el solar de Defensa 1344. Vista, tacto, gusto, oído y olfato desfilan por el zaguán de la casona que, allí, en el corazón santelmiano, resulta anfitriona de verdaderos encuentros sensoriales; esos en los que parroquianos, vecinos y cuanto interesado quiera darse cita se brindan de cuerpo entero. Acaso de eso trata el espíritu de las Catas Pulperas, de degustar y saborear, sí; y de rendirse a los secretos y minucias de la delicia de ocasión, también.
Claro que el sitio de celebración no representa un dato menor: La Pulpería Quilapán, un espacio que conecta a los argentinos con su propia esencia. “Nuestra idea es simple: aportar al argentino lo mejor que produce Argentina. Seleccionando lo mejor de los pequeños productores y permitiendo que la gente se reconcilie con su patrimonio.” Así, Gregorio y Tatiana, hacedores del reducto pulpero y su peculiar universo, se han encargado de estrechar distancias, de construir puentes: entre el campo y la ciudad, entre el ayer y el hoy -por qué no el mañana-, entre el productor y el consumidor.
Pues, frente a la masividad y estandarización de las producciones, bienvenido sea el reencuentro con lo artesanal, la chance de compartir aquellos valores propios de nuestro país con una buena mesa de por medio. A ello invitan las Catas de la Pulpería Quilapán, con un desfile de productores nacionales que convidan lo mejor de sus creaciones y la historia que a tal apuesta artesana y natural los ha conducido.
“Queremos trasmitir sensaciones y experiencias”, supieron decir Juan y Claudio, creadores de la Bodega Fondo Azcuénaga, cuya criatura vitivinícola han tomado vida, precisamente, en el fondo de la casa de sus padres. Y lo propio ha hecho Santiago Salcedo, cosechador, productor y vendedor de sus propios vinos, bautizados bajo el sello de Finca Las Payas. Por su parte, los vinos Marco Zunino, también han tenido su parada en este viaje sensorial propuesto por las Catas Pulperas; aquel que no escatima la grata compañía de un maridaje a tono, con igual tinte casero. Sí, el mismo que “destilan” las cervezas La Loggia y Achuma, otras de las aclamadas bebidas participantes.
El guiar los sentidos por el camino de elaboración y concepción de los productos es el quid de la cuestión. Aquella de la que también se han hecho eco el Club de los Quesos de la Argentina, la familia productora de quesos de oveja Santa Águeda y los hacedores de los naturalmente especiados Salames del Delta. Tan sólo algunos de los protagonistas que se dieran cita en la casona de la calle Defensa…y que se resisten a abandonar el reducto. Pues, bajado el telón de la cata, el almacén pulpero aguarda con la persiana abierta: todos los productos degustados pueden adquirirse en la Pulpería, ya sea para llevar a casa o disfrutar in situ.
Menuda mano tendida entre conocedores y aprendices, entre quienes producen con pasión y aquellos otros que eligen y consumen con igual sentir. Así, en primera persona, frente a frente, casi, casi con la comodidad y familiaridad de entrecasa, esa que tan bien recrean los muros de la pulpería y su calidez. Porque dicen que “lo de afuera es mejor”, pero pensamos que “lo de adentro es excelente.” Lo que atesoran nuestros queridos pagos nacionales, y así también los rincones de la Pulpería Quilapán. Dichosos quienes que se aprontan a cruzar el umbral.