Sopla fuerte el viento en las Malvinas, allí donde la noción de “fin del mundo” se vuelve una sensación que percude la piel. ¡Bienvenido sea el verano! O lo más parecido a él que podamos encontrar. ¿Cuándo? En la llamada temporada alta, esa que corre desde los meses de Octubre hasta principios de Abril. Tiempo en que las bravas condiciones climáticas resultan algo benévolas y dan vía libre al arribo de cruceros turísticos. Por su parte, otros tantos visitantes prefieren desafiar los cielos: vuelan hacia el archipiélago desde la ciudad chilena de Punta Arenas, y aterrizan en el aeropuerto internacional de la base militar Mount Pleasant. Allí, bien cerquita del Puerto Argentino, para comenzar a vivir una dualidad de identidades que también será parte de la visita.
Madre naturaleza
Las aves migratorias y los mamíferos marinos también forman parte de la estival concurrencia: retornan a las playas malvinenses para ser protagonistas ante toda lente fotográfica. Especialmente entre Diciembre y Enero, cuando la luz del sol se extiende en las horas y los ojos desconocen límite de tiempo para admirar tamaña naturaleza. Esa que muestra todo su esplendor en la Playa de los Voluntarios: más de 150 parejas de pingüinos emperadores componen allí la mayor colonia de las islas. Lobos y elefantes marinos también dicen presente tras algunas horas de caminata en dirección este. ¿Y hacia el oeste? Puerto San Luis, el asentamiento más antiguo de la Isla Soledad. Data de la fundación de la colonia francesa en 1764, conservando ruinas de la casa del primer gobernador y hasta una granja del siglo XIX aún en funcionamiento. 35Km de trayecto, en dirección Noroeste, separan a este sitio del Puerto Argentino. Abrigo impermeable, calzado resistente y a caminar se ha dicho.
Embarcados
Claro que para los menos andariegos también está la opción de contratar cabalgatas en Puerto Argentino. Por su parte, las agencias de viajes locales ofrecen excursiones en mini buses o vehículos 4×4. Y hasta es posible acceder a pequeñas embarcaciones con la que trasladarse a islas menores. ¿Cuál es la más natural a la que podemos llegar? La isla de los leones marinos: ubicada al sur de la Isla Soledad y con una longitud que no alcanza el 1,5 km, esta isla está copada de fauna. Alberga nada menos que cinco especies de pingüinos; penacho amarillo, papúa, frente amarilla, Magallanes y rey. ¿Algo más? Elefantes marinos que se aparen al llegar la primavera, colonias de cormoranes, petreles de generoso tamaño, lobos marinos y una de las aves de rapiña más exóticas del mundo: el Carancho negro o estriado. Para los insaciables, las islas Vigía, Del Rosario, Remolinos y Goicoechea completan una recorrida de otro planeta.
Plantando bandera
Puerto Argentino, éste parece ser el punto de partida de la aventura Malvinas. Es que se trata nada menos que de la capital isleña; aunque su fisonomía la dibuja como a un pintoresco pueblo. Edificios que fueron construidos con piedra local y restos de naufragios componen una pintoresca escena. Las casitas bajas, de coloridos techos metálicos y jardines importados, se suceden a lo largo de la Ross Road con un tinte galés. La Catedral Católica Anglicana sigue la misma línea, al tiempo que la Casa de Gobierno luce todo su colonialismo inglés frente a la bahía. Por su parte, el boulevard principal atesora historia a través de los vestigios de embarcaciones allí presentes, atestiguando diversos naufragios ocurridos en las costas patagónicas. Una muestra de modelos de naves que navegaron la zona se aprecia en el Museo Histórico de las Islas Malvinas -en las afueras de la ciudad-. Al tiempo que una de sus salas se encuentra especialmente destinada al conflicto bélico protagonizado por Argentina y Gran Bretaña en 1982.
Agua la boca
Claro que en el sureño archipiélago no todo pasa por los ojos. El cordero es la estrella gastronómica del lugar: criado en los establecimientos agrícolas locales, se destaca por su calidad de exportación. Por su parte, la trucha de mar también da que hablar. Y no sólo para deleitar paladares; sino para despuntar el vicio de la pesca (una simple visita a la oficina de correos nos proveerá de la correspondiente licencia). Ya sea en las aguas de mar o en el río Muller, cerca del Puerto Argentino, el salmón es otra alternativa para nada despreciable. Mientras que los que prefieran ir directamente al banquete, bares, cafeterías y restaurantes ofrecen lo mejor de su gastronomía. ¡Y hasta habrá quien disponga de alojamiento! Es que Malvinas no es un destino apto para bolsillos flacos, por lo que el rebusque está a la orden del día en materia de hospedajes. Siendo el camping la opción más económica, y la más valiente. Friolentos, abstenerse.
Aunque una vez encaramados en esta impresionante travesía, poco importa el contexto. Las Malvinas son ese prometedor destino que se recorta en el final del mapa, y que para satisfacción de sus aventurados visitantes, siempre cumple.