El idioma de los libros: un mundo sin fronteras

FOTOTECA

¿Qué tan lejos pueden llegar los libros? Porque el idioma es apenas una forma, las traducciones hacen del libro palabra y sentir universal.

“Hay que saber callar en todos los idiomas y en todas partes”, dice el poeta Pablo Neruda en su Oda al otoño. Y de algo parecido trata la literatura, ¿no cree? Pues, aunque diciendo por sobre callando, también los libros desconocen de fronteras. Ellos conmueven, alegran; instan a la reflexión, la imaginación, el sentimiento profundo… Esa suerte de idioma universal que tan bien practican, sin distinción de lenguas. ¿Imagina, así, cuál es el libro más traducido en el mundo, aquel cuyo mensaje se ha esparcido por el vasto territorio mundial? ¿Y cuál será el embajador argentino, ese que más kilómetros de tierra y papel ha transitado? Si gusta de saber la respuesta, pase y, valga la redundancia, lea.

De Latinoamérica al mundo

Ficción. Porque de realidades basta y sobra. O eso parecen decir las plumas latinoamericanas, cuyas ficticias historias ocupan el podio de traducciones a nivel mundial. Vea usted, uno de los más peregrinos en tiempo y espacio es precisamente, el longevo Cien años de Soledad, del colombiano Gabriel García Márquez. Los 2666 del chileno Roberto Bolaño también acumulan millas recorridas. Mientras que el libro más traducido de estos queridos pagos nacionales es El Aleph: criatura literaria de Jorge Luis Borges. Y no es para menos, pues la experiencia de enfrentarse al infinito que experimenta el narrador protagonista de esta historia vaya si tienta a zambullirse a su lectura. Claro está, los pergaminos y el bien ganado prestigio del autor suman de lo lindo. ¿Y qué encontramos del otro lado del charco? La excepción a la regla. Pues, hijo de Eduardo Galeano, el libro uruguayo más traducido en el mundo no es ficticio. Se trata de Las venas abiertas de América Latina: ensayo crítico y analítico de los efectos que el histórico sometimiento latinoamericano ha dejado en el territorio y las sociedades actuales.

Bajo llaves

Como todo lo que va, viene. La literatura también es un boomerang. Y lo cierto es que la influencia de libros extranjeros en suelo nacional data de tiempos remotos. Para que tenga una idea, los envíos de libros a América comenzaron en el año 1501. Sí, para aquel entonces, obras de índole religiosa. Pero la cosa se empezó a diversificar con el correr de los años. Tanto así que, a partir de 1531 no faltarán las leyes que prohíban los libros de romance o imaginación. No fuera a ser que aquellas lecturas resultaran profanas. Por lo que la requisa de libros era asunto serio por parte de los mandamases españoles. Siendo, precisamente España la tierra desde la que provenía buena parte de la materia literaria “indebida”. Por ejemplo, La Galatea de Miguel de Cervantes, de 1585. Y cómo no, su magna obra: El Quijote, de 1605. ¿Sabía usted que fue una de las lecturas del mismísimo José de San Martín? Símbolo de perseverancia, valor y humanidad, el Quijote fue una figura de gran influencia en el Libertador. No en vano, se trató de uno de los libros que se introdujeron a estas tierras de forma clandestina junto con obras de Francisco de Quevedo y Góngora, entre otros escritores del llamado Siglo de Oro.

Por siempre niñ@s

De modo que sí, El ingenioso caballero Don Quijote de La Mancha es uno de los libros que ocupan el top 10 de traducciones, en más de 140 idiomas, ocupando el puesto número seis. Se sorprenderá si le contamos que las primeras cuatro posiciones las ocupan libros infantiles. ¿O no? Patria abierta a la literatura es la infancia, desconociendo cánones y rasgos propios de estados y naciones. Allí donde lo esencial siempre es desinteresado, sino más bien primitivo, simple e invisible a los ojos. ¡Sí, señores! El Principito (Francia), de Antoine de Saint-Exupéry  lidera el ranking con traducciones en más 382 idiomas. Le siguen Las aventuras de Pinocho (Italia), de Carlo Collodi, en más de 300 idiomas; Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (Inglaterra), de Lewis Carrol, en más de 175 idiomas; y Cuento de hadas (Dinamarca), de Andersen de Hans, superando los 160 idiomas.

¿Ha visto que tan poco afectos a los límites y las diferencias son los libros? Quizá precisamente en ello radique el mensaje detrás de sus mensajes. La historia detrás de cada una de sus historias: en la condición humana que a todos nos subyace y une, hermana, como ley primera, como decía el gaucho Martín Fierro. Aquello de lo que la literatura tan bien sabe y que, para fortuna, nunca se cansa de practicar.

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